El día de ayer fue un tanto extraño. Festivo en media provincia, incluida la capital, parecía como si existiera un día entre el sábado y el domingo, a caballo entre el descanso total o el trabajo a medio gas. Hice la compra en un sitio poco habitual por lo anteriormente expuesto, y es que entramos en época en que los pueblos empiezan a celebrar sus fiestas patronales, y cuando no es uno, es otro. En Granada, al haber tantos pueblos y barrios tanto en la capital como a 10 kilómetros a la redonda, raro es el día en que, llegado el calor, no te puedas ir a una feria, una caseta o ver un concierto o verbena. No se si esto es bueno o es malo, depende de la perspectiva con que lo veamos. Lo realmente cierto es que llevo unos días algo extraño, quizá por la tensión del examen que tengo la semana que viene, quizá por futuros acontecimientos, parece que cuando quiero ser yo escribiendo, como dice la gente que se hacerlo, no me salen las palabras. Será que el calor ha llegado de golpe, que estoy distraído con otras cosas o que no es época para escribir. Porque lo que es seguro que no he perdido ni un ápice de mi nostalgia, de mi melancolía, de mi ser. Eso se lleva dentro. Y sin estar demasiado orgulloso de mis últimas entradas en el blog, pues de vez en cuando, es lo que toca. No debemos negar que, de todas formas, somos presos del presente, y ahora mismo la vida está como está.
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