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lunes, 7 de diciembre de 2009

RETORNO A LA INFANCIA


Antaño, cuando era un crío, y no tan crío, me gustaban estos puentes tan largos. Simplemente sabía que había días festivos y que no se trabajaba, y por tanto, no había clase. Aquella tarde de inicio del puente respiraba tranquilo, sabiendo que tenía tres, cuatro o incluso 5 días sin tener que asistir a las aburridas clases. El primer día era el mejor, pero ahí continuaba la tranquilidad de que aún quedaban varios por delante. Se disfrutaba al máximo y se desconectaba de la rutina.

Aún siendo la penúltima noche, quedaba ese consuelo de que aún, al día siguiente, no tenía nada importante que hacer y no debía levantarme temprano. Hoy en día, no existen los puentes, ni los fetivos, ni los fines de semana. Simplemente existen los días. Días que pasan sin saber muy bien por qué pasan, días que tan pronto amanecen, tan pronto anochecen, sin apenas darnos cuenta. No somos dueños del tiempo, sino de nuestros pequeños instantes. Es lo único que tenemos que saber aprovechar.

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