Miradas de soslayo, tiernas y dulces. Miradas de mayo, miradas sin luces. Una mirada dice muchas cosas de tí. El viento tiembla cuando se acerca a tu mirada, el frío se hace calor y el tiempo rebota en los cristales de tus ojos... y se hace eterno. Una mirada me dice si estás triste o alegre, si buscas algo concreto, si eres sincera o estás cargada de odio. No detecto las mentiras en tu mirada, pero sí en el reflejo de tus lágrimas. Hay miradas cómplices, hay miradas embaucadoras y miradas transparentes. Si sabemos leer las miradas, podríamos entender mejor a aquellos que nos rodean. Hay miradas tan claras que hasta pueden contemplar la mismísima realidad. Miradas de colores, azules y verdes, opacas como el cristal sucio de una ventana gris. Miradas grandes y pequeñas, miradas crueles y despectivas. Y a veces, en tus ojos, observo muchas de estas miradas, y entonces no me queda otra que reflexionar... y transformar mi mirada en disimulo, una mirada rota por el camino mojado de la piel entre el rabillo de mis ojos y la comisura de mis labios. Me gustaría seguir viéndome reflejado en tu mirada toda la vida... pero yo no puedo elegir mi propio destino.
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