Creo que voy por el buen camino. Los días se van alargando, la claridad dura un poquito más cada jornada que pasa y mi optimismo y mis fuerzas se van recuperando. Voy recopilando ideas, voy recordando historias pasadas, y las voy enlazando con sucesos futuros, que pudieron haber ocurrido o no, o mejor dicho, que podrían haberse convertido en parte de mi historia. Estuve contemplando fotos antiguas y esta es de las primeras que hice cuando adquirí mi segunda cámara digital, una finepix que por aquella época, en verano de 2001, era una buena máquina. Tenía flash incorporado, guardaba las fotos en una tarjeta Smart o algo así, la competencia de CompactFlash, y que terminó cayendo en desuso, e incluso tenía varias opciones a la hora de realizar la fotografía. Hasta tenía zoom. Aquellas 85 mil pesetas creo que fueron bien amortizadas.
Y sin embargo, he dicho la segunda cámara digital, porque de la primera mejor ni hablar... una samsung del año 99 sin pantalla lcd, ni flash, ni zoom ni nada de nada. Disparabas, guardaba la foto según la luz que había en la escena y cuando tenías 45 fotos, le ponías el cable al ordenador y las sacabas a una birriosa resolución de 640x480 píxeles. Echamos la mirada atrás y puedo describir toda una vida de 11 años, una vida propia, un pasado repleto de fotografías, y cuando las contemplo, la mente se me inunda de buenos y malos recuerdos, de lo que pudo haber sido y de lo que al final fue, de cómo cambian las cosas. Y de aquelas 13 o 14 fotos que hice en mi casa, todas difieren de como es en realidad ahora, la casa de mis padres. Porque es la misma casa, pero ya no puedo decir mi casa. Cualquiera de las fotos que hubiera elegido, como esta del salón, cambia bastante con la disposición que hay ahora mismo. Y es que si, precisamente nosotros cambiamos con el tiempo, somos también los encargados de hacer que cambie los que no rodea. Y esa decisión es simplemente nuestra.
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