Entramos en Cuarema casi sin darnos cuenta, a pesar de estar toda una vida esperándolo. Las hermandades empiezan a ultimar pregones, actos, conciertos, y las casas de hermandad se llenan de vida. Es triste que únicamente parezca que tienen vida ahora y no durante todo el año, pero la realidad es que es así. Y hay que limpiar la plata, preparar las túnicas y sentir los costales y los instrumentos. No basta con estar, hay que sentir. Y el que diga que todos los años es lo mismo, se equivoca. Porque aparte de los estrenos anuales, de las novedades y de los cambios, está la ilusión de cada uno. El que no lo vive, no lo entiende, y el que no lo entiende, no lo sabe explicar. Seguro que al buen cofrade le faltan años para poder vivir todos los momentos mágicos que puede llegar a tener una estación de penitencia. Basta con que cada año escojamos un rincón distinto para que la misma hermandad sea totalmente diferente al año anterior.
La foto está realizada el 23 de marzo de 2002 y pertenece a un paso Linarense. En próximos días diré a cual.
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