Pilolo murió el día en que fue humillado, cuando la clase estaba de viaje de fin de estudios en Portugal, en un pequeño hostal a pie de playa algunos kilómetros al sur de Lisboa. El vocablo "Pilolo" divirtió mucho mientras duró, y en el viaje estaban dispuestos a que siguiera divirtiendo a todos. Una noche, en la habitación del hotel, dos de estos muchachos empezaron con la cantinela de siempre. Las chicas estaban allí. Y Pilolo rompió a llorar, en parte cansado por la humillación de algo que no era cierto, la pequeña femineidad que le atribuían desde hacía 4 años, en parte por la impotencia de no saber ya cómo actuar, qué hacer para defenderse. Aquella noche todo cambió. Los insultantes sintieron compasión de un compañero al cual atribuyeron injustamente una cualidad que en 4 años no pudieron demostrar. El resto de compañeros se puso del lado de Pilolo. Y las chicas se dieron cuenta de la madurez de aquel adolescente, capaz de llorar por sensibilidad delante de todo el mundo, y de la crueldad de los insultantes que actuaban de forma infantil.
Al día siguiente, en la excursión pertinente, Pilolo fue más respetado que nunca, apoyado por todos los que, como él, se sentían más maduros. Los ánimos fueron constantes. Los insultantes dejaron de usar Pilolo para insultar, y trataron de acercarse a él como si nada hubiera pasado. Y las chicas ni hicieron ni dijeron nada. Pero Pilolo se dio cuenta de que aquella mañana, el rumor se movió de boca en boca por todos los compañeros y todo cambió para él desde ese momento.
Cuando regresaron a Linares, Pilolo notó que su experiencia, madurez y sabiduría había aumentado un 200%. Aún se recuerda aquel día que se pasó por el colegio a coger las notas definitivas de octavo de EGB, ya casi verano, en manga corta, con paso seguro y la mirada bien alta. Dicen que la infancia marca la personalidad de las personas, y si de pequeño le dicen que quiere ser como es ahora, volvería a elegir tener la infancia que tuvo.
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