Hoy conoceréis algo más de mi. De pequeño, entre la edad de 9 y 12 años, mi imaginación volaba junto a la de mis hermanos y amigos de la calle jugando a juegos como el Imperio Cobra, Misterio, Alerta Roja, el Fantasma de la Ópera... y los famosos tipo Monopoly, como el Petropolis (regalo de mi tita Cati en la Comunión, una pasada...), el Palé... Sin embargo, había un juego que era increíble... Mediante 4 cartones y unas piezas de plástico, montabas todo un castillo cuya torre tenía un ataud por el cual se lanzaba una calavera cuando el azar lo determinaba. Las reglas eran bien sencillas: tirabas la flecha en la ruleta, y podían pasar tres cosas; que tiraras un dado para avanzar, que tiraras la calavera por lo alto de la torre o bien perdías el turno al quedarte petrificado del miedo... Había que atravesar las 4 habitaciones del tablero y subir a la torre para cerrar el ataud; ese era el que ganaba. Lo divertido era cuando te tocaba tirar la calavera... cada habitación tenía ciertas casillas en las que la tirada de la calavera, según por el lado de la torre que salía, te dejaba eliminado. En la primera habitación, la calavera hacía que un hacha te cayera en la cabeza y te dejara seco... en la segunda habitación caía en una especie de trampilla que por el peso de la calavera te hacía salir volando por los aires. En la tercera habitación había un espejo con un cesto y la calavera, al caer en el cesto, levantaba el espejo y al que pillara lo mandaba a Cuenca. Y por último, podía caer por el agujero de las escaleras que subían a la torre, y si te pillaba, ya sabías donde ibas... Sólo estabas a salvo en los tres últimos peldaños.
El juego era "Embrujada". Si bien era más simple que los que mencioné antes, el propio juego sabía meterte en el ambiente y pasábamos un rato divertido. Era curioso que casi todos los juegos pertenecieran a mi hermano mayor, y que yo pudiera aprender tanto de él y de estos juegos. Creo que tiene muchas ventajas tener hermanos mayores y también más pequeños que uno mismo, porque aprendes de todos y te quedas con lo mejor. Hoy tengo el alma triste, y pensaba escribir algo más nostálgico, pero al final he podido plasmar un buen recuerdo y animarme un poco. Porque en realidad estaba pensando en otras cosas... A quien le gusten los cementerios, la primera fotografía pertenece al cementerio de Granada. Simplemente lo comento por si alguien tiene curiosidad de saberlo... Dicen que cuando uno muere, pasa toda su vida por delante de sus ojos en apenas unos segundos. Espero que mi "película" se detenga en estos momentos. Porque actualmente, la pena le tiene ganada la batalla a la gloria...
En mi casa éramos más de jugar al parchís o las cartas. La verdad es que el presupuesto no daba para más. Pero los mejores juegos eran aquellos en los que dejabas volar la imaginación y convertías el mobiliario de la casa en naves espaciales, castillos, refugios, o cosas por el estilo.
ResponderEliminarEspero que esa pena se vaya con los días.
Un abrazo
Iba a preguntarte precisamente por la foto de cabecera, pero ya veo que lo aclaras felizmente. Sí me encantan los cementerios, pero los del siglo XIX, que conservan esos bellos panteones y estatuas como la que muestras adornando las sepulturas.
ResponderEliminarCuando voy a un lugar nuevo de viaje lo primero que hago es visitar los cementerios y sacar fotos como una chinita, aunque la belleza de la arquitectura gótica y romántica es ya casi un producto extinto, y esas últimas moradas cada vez se asemejan más a paneles de colmenas de abejas.
¡No conocía ese juego, y sospecho que me hubiera encantado! En mi caso, como era una niña solitaria, mi diversión consistía básicamente en lo que cuenta nuestro amigo Zarzal, con el aliciente de que al vivir en el campo me la pasaba trepando a los árboles, cazando bichitos, rascándome las rodillas hasta dejarlas en carne viva y rompiendo vestido tras vestido, para disgusto de mi señora madre.
Anímate eh, que esa pena que te invade no abasalle un alma tan curiosa e inquieta como es la tuya. Que de los buenos quedamos pocos, querido...
Besos
Anto, en mi casa tampoco había mucho presupuesto, éramos una familia humilde en la cual del sueldo normal de un padre de familia se alimentaban 6 bocas (tengo 3 hermanos más...), pero tienes razón, de no haber sido así, quizá hubiéramos estado demasiado consentidos o mimados... Todo lo conseguíamos con mucho esfuerzo, ahorrando lo que se podía, y por supuesto, el 90% de los juegos, no podíamos conseguirlos.
ResponderEliminarDe todas formas, muy buena observación, porque imaginación y mobiliario tampoco faltaba para conseguir crear castillos, naves espaciales y escondites secretos. Creo que el parchís no faltaba en ninguna casa...
Un abrazo, amigo.
Akasha, hoy salió en las noticias el cementerio de Granada, considerado de los más bellos de España por sus mausoleos y demás esculturas.
ResponderEliminarCreo que todos hemos tenido infancias singulares y peculiares, también he corrido por descampados, he desafiado al frío y he anhelado la soledad en algunos momentos; he jugado a tiendas con dinero imaginario, con estampas he organizado ligas de futbol gracias a porterías de metal tan pequeñas como la palma de mi mano y pelotitas como la bolita de aluminio de uno que anda por estos lares... jejeje. Un día contaré una anécdota sobre la carne vida... me gané una buena...
El juego, hasta hace poco, existía por casa de mis padres... dudo si sigue existiendo. Menos mal que, como ya he dicho muchas veces, los recuerdos perduran. Aunque no siempre sean buenos...
Besos.
En mi casa también éramos 4 hermanos, y como bien dices, que no sobrara el dinero contribuyó a que valoráramos más las cosas. Ahora me alegro de que fuera así.
ResponderEliminarUn abrazo, y que tengas una feliz semana
¿El de la bolita soy yo? jajaja
ResponderEliminarJajaja, sí, el de la bolita, que aún le estoy dando vueltas, eres tú. Igualita a las que yo usaba de pequeño con mis cromos. Fíjate qué facil era ser feliz. 10 cromos, una bolita de papel de aluminio y dos palos de hierro simulando ua portería... y toooda una tarde de diversión.
ResponderEliminar4 hermanos... ¿todos varones? Otra cosa en común...
Feliz semana y abrazos!!
Hola Manuel, yo tengo solo un hermano, y no eramos tantos como en tu casa. Nosotros nos dedicabamos a jugar utilizando una mesa que habia en nuestro cuarto muy grande y que usabamos como tienda de campaña, poniamos cojines y la tapabamos con una sabana, nos llevabamos la merienda como si fueramos autentiscos exploradores. También jugabamos a las canicas, y quien no ha tenido un balon de futbol o de baloncesto, y la bicicleta que tanto trabajo me costo conseguir, verrinches tras verrinche hasta que me compraron la bici de montaña, uauuu!!!! me tire una semana montando todas las tardes. Los jeugos de mesa tambien eran variados, el mas famoso en mi casa era el trivial, que dificil, con esas preguntas que solo los mayores sabian. Tambieén el parchis, la oca y el monopoli, y creo que pocos jeugos más han pasado por mi casa. El conecta 4, las 3 en raya, las cartas, los dados,.... Es cierto que nos conformavamos con poco, la calle y los amigos eran nuestra vida,...
ResponderEliminarUn abrazo Manuel.
Querido Manolo:
ResponderEliminarEn primer lugar te agradezco la imagen que has puesto, la del cementerio de Granada, por supuesto, ya sabes cuanto me gustan, y por fortuna he de decir que lo conozco, y para ser lo que és, resulta bellísimo. Todo un éclipse de parques y demás lugares más frecuentados que éstos.
Yo si conocía Embrujada, habiéndo jugado con él infinitas tardes, la verdad que me encantaba, has hecho que rememore los rescuerdos del pasado, e inevitablemente sienta una tristeza al recordar como una infancia te puede marcar.
Yo soy la pequeña de tres hermanos, los dos varones, y siempre permanecí a la sombra de ellos, imagino que por la tímidez, y en mi caso eso de que sería la niña mimada de la casa, nada de nada.
He abandonado muchas cosas desde que soy pequeña, siendo joven aún, trás la separación de mis padres, y demás situaciones delicadas, y és una pena decirlo, pero guardo penas más que alegrías de aquellos tiempos, pero al menos me quedo con las imagenes que en su día si me dieron felicidad. Podría recordar como mis hermanos y yo, ellos eran dos trastos de cuidado, y no paraban de dar guerra en casa, y la de cabreos que provocaban en mis padres.
La trastada que mejor recuerdo, és la de una tarde en que mis padres nos dejaron solos, teniéndo yo sobre los cinco o seis años, viviamos en una plantabaja, y había dentro del comedor, como una puerta chiquita en la que mi padre guardaba todo un arsenal de pintura, pues mis dos adorables hermanos decidieron seguir los pasos de Picasso, y sacaron todos los botes y brochas, y comenzaron a inundar la casa de colores; mesa, suelos, paredes, todo lo que se encontraban por delante, yo no me atrevía (era una niña por entonces aún inocente y "santa"), y también tomé mi brocha y plasmé mi huella artística.
La verdad que ahora me río, pero la bronca fué TREMENDA, como puedes imaginar.
Hay todo un sinfín de instantes vividos que nos provocan emociones diversas, no siempre podemos convertír nuestros momentos en gloria, pero todo forma parte de nuestra vida, lo sabes.
Yo, quisiera hacerte llegar mi trocito de sonrisa, no se, igual te sirve de poco, o de nada, pero me he sentido con tus palabras empatizada contigo, y no me gusta que te sientas triste ;).
Un abrazo amigo.
Hola tocayo!!! Me alegro que entres por aquí... somos parte de una generación perdida, la verdad, y como dije antes, cada uno recuerda su infancia como puede y creo que la infancia es algo que deberíamos guardar bajo llave. Tuvimos la que tuvimos y eso no se puede cambiar. Pero seguro que en el momento en que la tuvimos, fumos felices al máximo.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Hola Mayte!!
ResponderEliminarPues yo no conocía el Cementerio de Granada hasta que me vine a vivir a Granada. Luego me dijeron que era de los más bonitos de España y el año pasado era una de las partes que había que fotografiar de la ciudad para participar en un concurso, así que no me quedaba otra... tampoco hice tantas, por si acaso... jejeje.
Gracias, como siempre, por tus ánimos. Hay tardes en que la infancia la vemos tan leeeeejos que el tiempo pasado nos hace sentir como arrepentidos por no haber sabido aprovechar al máximo aquel tiempo, que se fue y que no volverá. Sin embargo, cuando fuimos pequeños, tal y como narras en la travesura (a mi eso no me ocurre ni borracho, jajaja) fuimos felices y aprovechamos al máximo todos los instantes. Lo que pasa es la infancia termina demasiado pronto y, como con otras cosas, cuando no lo tenemos en cuando lo echamos en falta. Pero seguramente, casi nadie cambiaría su infancia... vamos, yo no la cambiaría.
Y en eso consiste la tristeza: en recordar tiempos mejores.
Besos!!