Sonriente e inocente, ajena a la realidad, presente en su ir y devenir de ideas, quizá consciente, quizá ignorante, la muñeca de los ojos azules vive en su mundo sin demasiada prisa ni vagancia, observando lo que ocurre a su alrededor, pero haciendo caso omiso. Se piensa que es la única que sufre, la única víctima, la desdichada, que todo lo malo pasa por su ser y que el resto de las muñecas son más afortunadas que ella. Seguramente se equivoca. Porque estamos mucha gente pendiente de su bienestar, y porque los daños que ella sufre, lo sufren los demás. Los mimos que a ella se le regalan, seguramente los demás también los necesiten. En esta vida, las cosas o salen bien o salen mal. Me corrijo. Las cosas, o salen como esperamos o no salen como esperamos. Tanto para bien como para mal, ya sea de una forma o de otra, hay más de una víctima o más de un beneficiado.
Lo primero es intentar seguir los consejos. Ni obsersionarnos ni olvidarnos. Lo segundo, creer. Tener fe. En algo o en alguien. Me da lo mismo. Lo tercero, no rendirse. Porque siempre hay una mínima posibilidad, incluso puede que haya más de un camino. Y lo cuarto, luchar. Porque el mundo no se acaba. Luchar por aquello que me importa, por tí, por mi, por una buena comida, por un buen rato de lectura, por un juego de ordenador, por un paseo, por un buen sueño, por disfrutar, porque aún nos quedan muchas cosas. Muchas cosas por hacer, por sentir, por estar, por soñar. No soporto las muñecas de ojos azules, que permanecen impasibles, estáticas, frías, con la mirada oscura y la mente plana. Y que, además de que luchas por ellas, lo haces todo por ellas, lo das todo por ellas, no reaccionan, y eso, me destruye. Todos sufrimos y si nadie intenta levantarse, no existiríamos como somos. No me busques en el reflejo de tus lágrimas porque desearé que tú no encuentres las mías. Porque tan válidas son tus lágrimas como las mías, aquellas que por un mal rato, esos palos que te da la vida, aún no has visto, incluso estando tan cerca de mí... el día que las veas, quizá decida marcharme... porque pensaré entonces que nada ha merecido la pena, y estaré cansado de ser siempre el fuerte y el menos afectado. Al fin y al cabo, eso es lo que siempre parece...
Lo primero es intentar seguir los consejos. Ni obsersionarnos ni olvidarnos. Lo segundo, creer. Tener fe. En algo o en alguien. Me da lo mismo. Lo tercero, no rendirse. Porque siempre hay una mínima posibilidad, incluso puede que haya más de un camino. Y lo cuarto, luchar. Porque el mundo no se acaba. Luchar por aquello que me importa, por tí, por mi, por una buena comida, por un buen rato de lectura, por un juego de ordenador, por un paseo, por un buen sueño, por disfrutar, porque aún nos quedan muchas cosas. Muchas cosas por hacer, por sentir, por estar, por soñar. No soporto las muñecas de ojos azules, que permanecen impasibles, estáticas, frías, con la mirada oscura y la mente plana. Y que, además de que luchas por ellas, lo haces todo por ellas, lo das todo por ellas, no reaccionan, y eso, me destruye. Todos sufrimos y si nadie intenta levantarse, no existiríamos como somos. No me busques en el reflejo de tus lágrimas porque desearé que tú no encuentres las mías. Porque tan válidas son tus lágrimas como las mías, aquellas que por un mal rato, esos palos que te da la vida, aún no has visto, incluso estando tan cerca de mí... el día que las veas, quizá decida marcharme... porque pensaré entonces que nada ha merecido la pena, y estaré cansado de ser siempre el fuerte y el menos afectado. Al fin y al cabo, eso es lo que siempre parece...
Las personas que lloran con facilidad, piensan que ellas, son las que más sufren, pero nada mas lejos de la realidad. Hay otro tipo de llanto, el que se tiene por dentro, el que no se ve, el silencioso y profundo que te desgarra el alma, y te hace sentir tan mal, o peor, que aquellas que lo pueden esteriorizar. Ánimo Manolo.
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