Vemos la vida pasar tan rápido como este viaje que nos lleva a ningún lado, como las señales de tráfico que tan pronto llegan, tan pronto pasan, teniendo en cuenta que la mitad ni las vemos ni nos damos cuenta de que están ahí. Todo en esta vida se compone de señales. Sólo nos hace falta saber verlas a tiempo para saber cómo actuar en cada momento. Eso es precisamente lo difícil. Saber interpretar una señal. Las señales que veo me siguen avisando de que algo no está bien y aún no se cómo actuar. Son señales que no se estudian en ningún manual ni vienen contempladas en ningún reglamento. Incluso hay gente que hace señales y no se percatan de ello. No tienen esa intuición, esa precaución de evitar el peligro, de rechazar lo obvio y escoger lo confuso. Pero eso es algo que no tiene remedio. Seguramente haga falta más de una señal para saber qué hacer en un determinado momento, y es por eso que estoy empezando a intuir lo que dichas señales me están queriendo decir. Nos puede pasar como nos pasa con las señales de tráfico: que no estemos de acuerdo con las señales. Pero aún así, hay que obedecer. Es por nuestra propia seguridad.
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