Y por un instante, te soñé. Tan sólo un instante. Entonces supiste que fui yo, supiste quien era yo y terminaste por reconocer mis méritos. Halagos o premios. Que mas da. El que busca halagos, es tachado de prepotente. El que busca premios, es un egoísta, un soberbio. Quizá sólo busque reconocimientos.
Salí de casa con la mirada cabizbaja pero segura, con la mirada tímida pero orgullosa. Caminé apenas 10 minutos y llegué a mi destino. Puntual. Como suelo ser. Sobre todo cuando no hay hora para la cita. Miré, observé, memoricé y me marché. Y, siguiendo el camino, volví a repetir el mismo ritual, sin cambiar la expresión de mi cara, sin atormentar el pasado, sin glorificar el futuro. Pensando en el presente, como quien entra en un bar a tomarse una taza de café, pero con la única compañía de los sueños por vivir, de la vida por soñar. Y de la misma manera que partí, regresé. Y seguramente volveré, para no cambiar las costumbres, y seguramente aprenderé a estar otra vez en la misma situación. Tomando un café de color oscuro, olor penetrante y dulce sabor. Como el sabor de aquel instante en que una vez, te soñé.
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