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miércoles, 12 de mayo de 2010

FLORES QUE NO HUELEN

Una servilleta de papel, una pajita para absorver, cinta adhesiva transparente, un poco de color y un mucho de ilusión. Reflexiones en voz alta, escandalizada, reflexiones obligadas por la tarea diaria, cotidiana, ciudadana de una digna labor y de un mejor honor. Quien no tiene a nadie, nada le hace falta. Y no porque no quiera nada, sino porque no pide nada. Quizá porque tampoco tenga nada para dar.

El capricho de una flor puede ser caro si el gasto es demasiado elevado, pero puede ser barato si la esencia no existe, si lo importante es la intención, siempre y cuando sea buena, y no el regalo en sí. Siempre dije que aquel o aquella que cuida más las apariencias que la propia esencia, tiene encerrado, en cierto modo, un grado de falsedad que se niega a mostrar. Dicho de otro modo, no quiero que se acuerden de mi mucho un día, porque supuestamente sea un día especial (cumpleaños, aniversario, onomástica...). Quiero que se acuerden tan solo un poquito cada día. No quiero un mucho cada mucho, quiero un poco cada poco. Y si no tenemos flores, las inventamos. Aunque no desprendan olor. El verdadero olor es el que se transmite con el pensamiento de saber que estás ahí. El verdadero dolor es el falso olor. Creo, sinceramente, que a aquellas personas que hay que recordarles constantemente que algunos estamos siempre ahí, aquellas personas que piensan que si ese día especial "no te acuerdas", en realidad son las primeras que fallan cuando llegan los momentos importantes. Al menos es la impresión que tengo...

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