Malditas fiestas, que nos privan de tiempo y nos otorgan momentos indeseados. El negro se hace color en el blanco de tus ojos. De mirada angelical y tacones punzantes de ira; de zapatos desnudos con la piel del engaño. Quiero vestirme del dulzor de los cisnes, caminar sobre el agua con bastones de hojalata, chapotear en la ilusión de mi sonrisa taciturna. Quiero sentir que sientes mis sentidos; que entiendes mis caprichos; que buscas los momentos que tienden a estar guardados en ese armario que tienes donde se esconden las estrellas. Esas que sólo se ven cuando apagas la luz. Porque nadie es peor que yo, ni yo peor que cualquiera; quisiera guardar tu voz en la belleza de tu acuarela que pinta mi triste flor en un bote color certeza. Y encontrar un lugar donde abrir ese bote con tu voz para no tener que guardarla en mi memoria. Que es limitada. Y que sin ti, no es nada. Recuerdos mermelada. Pegajosos. De triste dulzura y aroma reseco. Como el bote abierto de tu voz, que se escapa por el aire, viaja con el viento y trata de escaparse sin aprovechar el momento invisible que se centra en cruzar tu mirada angelical. Mirada de Navidad. Triste Navidad.
Mi querido Manolo, ya sé que esto de la Navidad a ti no te gusta mucho.
ResponderEliminarIntentaré contagiarte un poco de mi ilusión en estas fechas.
Te dejo mis mejores deseos de felicidad y amor.
Un abrazo enorme.
Hola anne. Bueno, lo que no se puede evitar, no se puede evitar. De chico me gustaba mucho, pero creo que eso les pasa a todos los niños. Cuando crecemos, las cosas cambian y dichas cosas nos hacen cambiar a todos.
ResponderEliminarDe todas formas, tampoco la odio. La Navidad no tiene la culpa de muchas cosas que nos pasan. Besos.