A la pobre estatua no le queda ya nada por lanzar. No recuerdo si era un discóbolo u otro tipo de atlética estatua. De pequeño, imponía ver dicha estatua cuando íbamos a ver los deportes en el complejo deportivo de la ciudad. Muy cuidada no está la pobre estatua. Y es una pena. El comportamiento cívico de los ciudadanos a veces brilla por su ausencia. Cuando era pequeño, yo sentía tanto respeto que llegaba a convertirse miedo con todo aquel que me sacara tan sólo dos o tres años. Eran otros tiempos, teníamos más educación y los pequeños sabíamos el lugar que nos correspondía. Hoy en día, cualquier crío es irrespetuoso con todo lo que le rodea, y se ríe de tí en menos que canta un gallo. La vergüenza se quedó olvidada en las hojas de los árboles del pasado, en los recuerdos del olvido. Los mayores infundían miedo a los pequeños, y nosotros, los pequeños, sabíamos donde estaba el límite que jamás debíamos transgredir. Por eso, encontrar educación, respeto y vergüenza en jóvenes es, a veces, digno de admiración. La nobleza se está perdiendo y el discóbolo, con el paso del tiempo, no tiene más remedio que observar con indiferencia, con la impotencia de no poder hacer nada, mientras el viento y el agua sigue mojando cada poro de su petrifcada piel y siente cómo se va deshaciendo... El tiempo ni siquiera perdona para él.
Te sigo pero he de apretar el paso, vas rápido amigo jejejjejje.
ResponderEliminarComparto tus reflexiones, me horroriza ver estátuas, fachadas y monumentos con muestras de gamberrismo y falta de respeto.
Me ha gustado mucho eso que dices de que los pequeños sabiamos donde estaba el límite, jamás se me pasó por la cabeza llevar a cabo un acto semejante y me alegra que así me lo enseñasen.
Un beso.
Escribo una vez al día, salvo algo raro que pase, pero mis entradas con cortitas. Este fin de semana he desconectado un poco del trabajo y ha dado la sensación de que he tenido más tiempo, pero el tiempo ha sido el mismo... simplemente lo he distribuido de otra manera.
ResponderEliminarNo olvides que somos lo que somos gracias a nuestro pasado.
Besos.
¡Qué cierto es eso de que los tiempos han cambiado y los pequeñajos de otrora distan mucho de los actuales!
ResponderEliminarNuestra generación era sin duda diferente, amábamos otro tipo de situaciones ante las que hoy se ríen sin tapujos, y en la actualidad nos deleitamos con pequeños resquicios de nuestro Universo particular, que debemos compartir solamente con aquellos que se arriesguen a entenderlo.
Odio ver esculturas mancilladas cruelmente o siendo mudos testigos del botellón actual. (En un pueblo cercano tenemos la estatua de un escritor local que merece la pena ser recordado por su excelente obra- el hombre permenece sentado sobre un banco de hierro fundido- y cada fin de semana los pequeños gamberrillos absolutamente bebidos de "calimocho" y sabe Dios qué, se sientan en sus rodillas a hacerle diabluras, o a echarle una meada... me hierve la sangre en las venas.... grrrrr)
Besos caballero
Nuestra generación era y será siempre la mejor. Ahora no existe el respeto y los niños de hoy en día no valoran nada. ¡cómo se nota que no han pasado por necesidades! Ahora parece que todo les cae de los árboles...
ResponderEliminarYa se darán cuenta...