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jueves, 9 de septiembre de 2010

CON EL PASO DEL TIEMPO

Las sombras se reflejan en cada poro de nuestra piel. Gris. Lleno de dolor. Lleno de rabia. Esperando oportunidades. Desaliento. Miradas de reojo, espiando al vecino de abajo. Pestañas mojadas, desgastadas por la erosión del agua. Perdón; del llanto, agua con sabor a sal. Con el paso del tiempo, ves cómo te sale pelo en la cara; la luz baña medio rostro. Te alejan de tus seres queridos. O se aleja uno mismo. Un pelo blanco, cano, escandaloso. Las arrugas esperan su turno. Es cuando recordamos esos momentos en los que las madres nos dicen que están deseando que crezcamos; en que los abuelos nos reprochan que algún día nos acordaremos de ellos. Con el paso del tiempo, cada vez anhelamos más, al tiempo que cada vez podemos menos. Con el paso del tiempo, envidiamos a nuestros hijos, sobrinos, nietos, valoramos el precio de un juguete... seguramente, ansiamos jugar con él. El verano es más otoño y la primavera no tiene fin; la vida pasa a ser un recuerdo de un invierno eterno, un recuerdo tras otro. La tristeza cambia de abrigo y hace las maletas rumbo a nuestro interior. Con el paso del tiempo, sollozos de niño se convierten en deseos de madre. Apenas podemos disimular. Quien pudiera cumplir nueve años todos los meses de abril y mayo. Parece que el gris le gana la batalla al color, cada punto es una historia, cada gesto, una utopía, cada dolor una cuchilla de seis hojas. Siempre tendré tres años más que tú, o tres años menos que tú. Quizá seis. Quizá me adelantes; buena señal. Peculiar forma de escupir la tristeza. Que más da, cuando ni siquiera una simple fotografía nos respeta con el paso del tiempo...

2 comentarios:

  1. Sumada a la nostalgia que estos días me invade, tu entrada de hoy me ha echo pensar. Pensar en lo que se ha ido (dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, en mi caso prefiero el presente, el pasado me mata), pensar en los cambios acaecidos en nuestras vidas (esas personas que nos acompañaron en nuestro crecimiento, que creímos que siempre estarían ahí y que un día se van, se esfuman, se bajan del tren de nuestra vida...), en cómo cambia nuestro aspecto (ainssss esas patitas de gallo, esa pelito blanco que intentas disimular ocultándolo entre los otros, esos ojos que ahora semejan cargados de tantas historias inconclusas...)
    ¡y las fotografías! Tan terriblemente sinceras como el espejo de la cenicienta (¿o era de Blancanieves?)

    Saludos caballero

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  2. Desgraciadamente es así. El tiempo no perdona nada, y la fotografía, nuestro peor enemigo que no deja de recordárnoslo.

    Y sí, era Blancanieves, aunque el espejo era de la bruja. Los malos siempre se quedan los mejores presentes... Y eso que nunca me aprendía los cuentos cuando era niño. Excepto el de Caperucita... me daba pena el pobre lobo.

    Saludos!!

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