Desde pequeño me han gustado las velas. No sé qué tienen, pero me gusta encenderlas, mirarlas, verlas consumirse, sobre todo en los momentos finales, cuando la llama se acerca al final, a la base, cuando la vela se está quedando sin pabilo. Me gusta calcular el tiempo que puede llegar a tardar en consumirse, me gusta comparar más de una vela, ponerlas a competir para saber cuál se va a consumir antes, ver sus colores y sobre todo, intentar no desperdiciar nada, absolutamente nada, de cera. Si la cera cae, espero que se seque y se solidifique, y procuro que vuelva a arder con su fuego original. Ver una vela arder me transmite paz, serenidad, a la vez que me envuelve en cierto misterio. Puede generar sombras espectaculares, bonitas, asombrosas. Siempre tengo velas en casa, y hay épocas que enciendo 2 o 3 velas a diario, y espero que se terminen para salir de casa, si es que tengo que salir, o para realizar alguna actividad. Fotografiar una vela es algo bastante difícil, pues hay que procurar que la luz no queme el resto del entorno y que la vela salga lo más natural posible. Nunca me han regalado velas, pero seguramente sea uno de los regalos que más me guste. Seguro que para mi, es algo útil. Es como a quien le gusta las flores. Aunque no sirvan para nada, le encanta tenerlas, que se las regalen o regalarlas. Por eso hay que respetar todos los gustos. Cada uno es extraño a su manera...
Preciosas fotografías. Muy bonito su contenido.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
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