Esta tarde di un largo paseo mientras arreglaban el pinchazo de una de las ruedas de mi coche. Me gusta pasear de vez en cuando para reflexionar. Por una larga avenida de la periferia, pero no por eso menos concurrida, y con muchos comercios. Y la gente se cuenta sus historias... me dijo que ya me llamaría. Total, que a la semana siguiente me encontré todo esturreado por el suelo... ¿te gusta ese vestido? La verdad, es bonito... venga, que te voy a dar un plátano... a ver si me entiendes, yo hablé con ella, pero no me hizo caso... ¡tírale la pelota a ver qué hace!
Y allí, cambiando conversaciones conforme mis pasos me hacen avanzar, camino por la soledad de la gente, pareciendo extranjero por mi forma de mirar en cada lado, en cada escaparate, en cada mirada, en cada sombra. Teniendo la certeza de que volveré a pasar por esas calles, pero sin saber cuando. Viendo la rutina de la calle, observando cada detalle, comentando mentalmente cada vida, imaginando cada historia. Las personas vienen y van, y forman la ciudad sin querer, pero sabiendo que es la verdad. Siempre habrá alguien en la calle, haciendo su vida, caminando su camino, o simplemente paseando, por el motivo que sea, en este caso, porque tenía que hacer tiempo. Y ya es difícil en mi perder el tiempo. Por eso, un paseo no lo considero perder el tiempo porque es cuando empleo mayor tiempo para pensar sobre mi alrededor. Un buen paseo es como... darle un respiro a la vida.
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