Hoy es uno de esos días en los que quisiera expresar tantas cosas... Algunas personas crecen. Otras, simplemente, cumplen años. Me gustaría considerarme en ese primer grupo de gente que crece y que, cuando cumple años, no siente nada ni necesita nada que celebrar. Cumplimos años simplemente porque los años pasan. Igual que pasan las horas, las semanas, los minutos, los días... y no estamos continuamente celebrando tantos acontecimientos. Puestos a ser pesimistas, podríamos pensar que nos queda un año de vida menos y no que tenemos un año más. Toda una alegría.
Mil pesetas y una bolsa de caramelos, cuando tienes 7 años, es un regalo genial. Era un regalo genial. Se podía hacer mucho con mil pesetas y los caramelos te alimentaban dos o tres días. Esos días no hacía falta ni comer. Cuando tienes 18 años, esas mil pesetas me alcanzaba para... un botellón. Bueno, ahora que lo pienso, quizá tampoco estaba tan mal. Pero un botellón normal, y si invitabas a los amigos, seguro que te tocaba poner más dinero que esas tristes mil pesetas.
Ese era el regalo de mi abuelo. Año tras año, nieto tras nieto, lo daba con una ilusión que le iluminaba la sonrisa. Mi abuelo ignoraba los años que cumplía. Era mi cumpleaños y me lo daba, tanto si cumplía 7 como si cumplía 18. Cuando cumplí 22 me quedé sin este regalo, porque mi abuelo ya no estaba. Y aunque no era gran cosa, era el único regalo seguro que no faltaba nunca. A partir de entonces, nunca esperé nada. Y cada año, cuando llega el 18 de abril, sinceramente, no espero nada, ni quiero nada especial. Sólo seguir creciendo, recordar aquellos tiempos de caramelos y sonrisas, de ternura y felicidad, porque mi abuelo se sabía de memoria las 11 fechas de cumpleaños que se tenía que saber. La de sus nietos. Y mientras nosotros íbamos cumpliendo años, mi abuelo simplemente creía que crecíamos, sin mas. Hoy me compraré una bolsa de caramelos. Es lo que hubiera querido mi abuelo...
Desde que he descubierto este blog me siento enganchada, ya no puedo dejar de leerlo siempre que puedo, este último artículo "Mil pesetas y una bolsa de caramelos" ha llegado a lo más profundo de mi corazón. Gracias a los abuelos por dejarnos tan buenos recuerdos. No dejes de escribir Manolo lo haces muy bién.
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