Arrugas en la frente, y en la tela, el sudor impregnado de fe prendida por el amor de una cruz y el sufrimiento de una vela. Bolsas bajo el color azul de un ojo que no distingue lo que tiene delante y del otro radiante, mirando al frente, como él siempre mira, atado, sin rechistar. Andando lentamente, soportando todo andar de gente que sólo se preocupa por disfrutar de lo ajeno, por mirar lo extraño, por compadecer lo inútil, por alabar lo sencillo. De nuevo, un penitente anónimo se cruza en el camino de la humildad, del sentir por sus titulares. Se le ve de digna y avanzada edad, de limpia y cristalina mirada, un año más, con arrugas en la tela, porque las de la frente las lleva ocultas. Un año más, y seguro que no será el último, los penitentes del Prendimiento son fuente de inspiración para las luces de la vida. Pero este año van más acompañados que nunca. Y cada año que pase, con más arrugas que otra cosa, con menos ganas de terminar su andadura, ahí estarán con esa mirada dulce, serena, firme y entera. Mostrando sus arrugas en la tarde y noche del grandioso Jueves Santo que vivimos cada año en Linares.
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