Secretos que son secretos, que no los puedo mirar, escogiendo los respetos de tus ojos al hablar. Buscamos infalibilidad en aquello por demostrar. Más que secretos, sorpresas, que no puedo soportar, impías, sucias, mugrientas, llenas de falsedad, o de falsa realidad, según tus ojos vean o también sepan mirar. Quizá sea un secreto la falta de sinceridad, quizá sean las sorpresas el secreto de la ingenuidad. Y sólamente digo quizá. Que conste donde proceda. Porque vivimos rodeados de secretos escondidos. No tenemos más que mirar la pared, que nos esconde los secretos de la verdad, de lo que ocurre a su través. Y si aquello no me ha de importar, menos aún los secretos de la vanidad. Con lo que, aún más, tacho las sorpresas de tonterías, eso sí, sin maldad. Porque la mitad no te suelen gustar, y la otra mitad... mejor no preguntar. No es mentir decir que salen mal. Porque a veces, las sorpresas, esconden la verdad. Y no hay mejor sorpresa que una buena declaración de intenciones. Puede que entonces te pueda ayudar, tú consigas en tus ideas mejorar y yo... una mayor felicidad. Aunque ya no sea sorpresa. Pero seguro que lo agradezco más que algo inútil que, por su condición de sorpresa, rompe lo magistral. Que la infidelidad y las sorpresas... no sé, me da que no son compatibles.
Hola Manolo
ResponderEliminarPrecioso el color que le has sacado a esas flores, como si de un secreto también se tratara.
Es cierto que los secretos se suelen convertir en sorpresas, por lo inesperado de lo que cuentan. Igual que todos tenemos alguno, confesable o no. Los que tengo por peores son aquellos que existen para nunca salir a la luz; porque hay otros que sí lo hacen, sólo necesitan de tiempo, aunque a veces ese se alargue más de la cuenta. Como me gusta decir, todo tiene su momento. Lo difícil es saber con seguridad cuál es. También es una cuestión de confianza, y sinceridad, por supuesto. Y tampoco es lo mismo ocultar algo, que engañar, si bien muchas veces una cosa implica la otra. He de admitir que no me gustan los secretos, menos aún los propios; pero si me cuentan uno, conmigo muere. ¿Te cuento un secreto? Creo que me estoy enrollando. Menuda sorpresa ¿verdad? jejeje
Un fuerte abrazo
Jolín Manolo, nuevamente me has sorprendido con esta prosa poética que derrochas... dime ahora que la rima no era pretendida y me provocarás todo tipo de sorprendentes taquicardias jejejjeje
ResponderEliminarAdoro el color de las flores de tu entrada de hoy; disculpando mi ignorancia te pregunto qué clase de flor es la que posee ese bello color, porque jacintos no son y violetas tampoco.
En cuanto a los secretos... todos los tenemos y a veces resultan necesarios siempre y cuando no ejerzan de barrera entre nosotros y el resto del mundo. Algún que otro secretillo nunca está de más, al fin que nos confieren una cierta intimidad necesaria en este mundo empeñado constantemente en desnudarnos. Eso sí, existen secretos malintencionados que pueden ennegrecer el alma, secretos que de ser confesados harían sufrir a personas que de seguro no merecen tal sufrimiento, secretos que carecen de inocencia y que son fruto de un alma perversa y maliciosa. Huye de ese tipo de secretismo y de todas aquellas personas que los alberguen en su interior.
Un beso, amigo mío, y muy buena semana para ti. Saludos a María.
Hola a ambos!!
ResponderEliminarAhora estoy de tardes, con lo que el tiempo que tengo es el menor posible... menos mal que van a durar poco. No digo que no haya que tener secretos, lo que digo es lo absurdo de tenerlos cuando en realidad no ns importan... pero bueno, ya sabéis, es una reflexión más, nada más.
Por cierto, que ni idea de que flor es, la vi y le hice la foto, no entiendo mucho de flores...
Saludos!!