Colgado en el rencor de lo que haces mal y no ves, de lo que hago bien sin apremio, de los celos de amargo sabor que desprendes con la mirada, del aroma de mi amor que no tiene ni tacto, ni el perfume de sentirse amada. Horizontes de calma templada, líneas curvas de rectas pronunciadas, todo cuelga sin sabor a todo, nada cuelga con sabor a nada. Tengo dos egos y el primero está colgado. Mientras me quedo con el que quiero, el que no soy me atrapa en la red de la avaricia. Quero ser como soy ante mi, y como quieren que sea ante los demás. Sin importar la felicidad, la moral, la ética, la parte razonable de la parte insensible. Todo vale con tal de andar hacia adelante. Nos avasallan sin querer. Nos queremos sin avasallar. Una vez más... ahí está el problema. Nunca desaparece. Porque no nos preocupamos de hacerlo desaparecer. Porque a todos les gusta mi "yo" falso y el verdadero se tiene que esconder. Aunque sea, una vez más, sin querer.
En cierta medida, creo que darse cuenta de lo que has escrito, reflexionar sobre el yo que no mostramos, es darnos cuenta de que podemos cambiar las cosas.
ResponderEliminarUn beso.
Yo creo que lo mejor es romper con todo y mostrarse uno tal cual es. Seguro que te hace sentir mejor y las cosas pueden cambiar para tu interior.
ResponderEliminarun abrazo amigo.
Trágico resulta que la vida, la sociedad, nos obligue a esconder nuestro "yo" real y nos fuerce a actuar con una máscara constantemente. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por agradar acaso? ¿Por sentirnos parte de un todo? ¿Para que no nos excluyan? Al final y con eso no somos más que exclavos de una sociedad hipócrita, exclavos de nuestro propio hermetismo.
ResponderEliminarBesos y buena semana.
No creo que se pueda ir muy lejos ocultando el verdadero ego y mostrando otro distinto para satisfacer a los demás, supone ir contra la esencia propia y eso me parece imposible si no es a costa de una terrible infelicidad.
ResponderEliminarUn beso, Manu.
Hola a todos.
ResponderEliminarBueno, esto lo escribí pensando en esas veces que la gente, los demás, se empeñan en que seamos de una forma que realmente no nos gusta. ¿Por qué? Pues no lo sé. Ya me gustaría saberlo.
El caso es que muchas veces hacemos cosas que no queremos, hasta seguramente odiamos, pero no sabemos por qué las hacemos. Después, mirando en mi interior, me doy cuenta de que jamás he ordenado, he impuesto nada, he obligado a hacer algo a alguien que no le guste por mi.
Romper el respeto a los demás es como rompérmelo a mi mismo.
Saludos a todos!!