La primera vez, no pude reprimir el llanto. Era como si la lluvia cayera sin ganas, con cierta apatía. En esos tres días, en los que no pasó absolutamente nada, pasó todo sin que nos diéramos cuenta. Maldita fortuna, llena de grietas desbordantes de malicia incontrolable. En el transcurrir del tiempo, miramos hacia atrás y pensamos cambiar cualquier parte del pasado. Aunque sólo fuera por curiosidad. Aún así, el ímpetu de conocer no siempre nos lleva a la verdad, con lo cual, cuando pudimos, al fin juntos, mirar el horizonte, tuvimos miedo de contemplar la imagen que se formó ante nuestros ojos. No podemos ganar si no hay nada que ganar. Por eso, constantemente perdemos de la forma más inesperada. Mi sed se calmó, mis lágrimas cesaron y, por fin, pude partir, no sin un mal sabor de boca por no controlar la razón del pensamiento. Si tenemos la suficiente mala suerte, podremos acabar como un vulgar carámelo tirado en el suelo, a merced de las hormigas, en el mejor de los casos...
Un caramelo en en suelo comido por las hormigas..al menos sirve de alimento :)
ResponderEliminarHay Manu que hoy te veo, especialmente, melancolico y a mi me gusta verte sonreir, tu eres fuerte y buena gente y sí toca perder otras tocará ganar.
Abrazos!
Hola Wendy. Es cierto, al menos sirve de alimento para las hormigas. Pues la verdad, no estaba especialmente meláncolico, aunque tampoco estaba en plenitud rebosante de optimismo...
ResponderEliminarGracias por comentar.
Abrazos!!