LOS FRUTOS PROHIBIDOS
No por menos fracasar dejamos de tener miedo al éxito. Y cuando ya nos hartamos de que nos pusieran zancadillas, fuimos en busca de la verdad. Cuesta encontrarla, y más aún cuesta demostrarla, pero después de todo, aprendimos a detectar los caminos que llevan al engaño. Y cuando la demostramos, nos la quisieron robar; pero no quisimos soltarla. Aparece la inventiva y la provocación al error, pero lo que no se sostiene en pie, por mucho que se empeñen, terminará cayendo. Desgraciadamente, para vencer a un miedo tienen que aparecer otros. Sin restar importancia a los méritos, el peor de todos es el desconocimiento, lo ajeno, lo impropio. Los argumentos caen uno a uno y al final el destino no sabe esconderse de la realidad, y la realidad es la que es. Ni mejor ni peor.
Y hablando de fracasos, el mayor de cualquier ser humano es creer en el prójimo. Al menos así lo siento yo. Merece la pena vivir, pero debemos saber y ser conscientes de que estaremos llenos de fracasos continuamente. Una vez conocido el acto, como no podemos volver a atrás, nos inventamos el lamento, la frustración y el arrepentimiento. Los tres pilares del fracaso.
Todo son incógnitas cuya ecuación desconocemos y que dependen de una única cosa para conocer su resolución: el tiempo. Y no seré yo quien diga lo que merece cada uno, la verdad... pero sí es cierto que, tarde o temprano, las cosechas dan su fruto, aunque no sea el fruto buscado. Hubo un tiempo en el que había frutos prohibidos...
...y hasta esos mueren de lamento y viven del instinto. A cada cual, lo que le toca.
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