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sábado, 26 de agosto de 2017

EL CIRCO DE LOS HORRORES

Había una vez un circo que de pronto se llevó la imaginación. Tenía payasos que inventaban mentiras con el corazón, sonrisas amarillas flagelantes de dolor y muestras de cariño bajo un sombrero frágil y sin color. Entonces llegaron los niños, y los gritos, y la simple ilusión, la diversión y la fiesta... y el agua, y las lágrimas, y la lluvia que siempre oculta nuestro sol. Y el circo naufragó; y se marchó para no mirar atrás, para no volver, para olvidar las sonrisas de los enanos y la flor. Hubo quien se negó, quien confió en la suerte y esperó, y también hubo quien se resignó. Había una vez un circo que no conocía el dolor, pero que se empeñó tanto en conseguirlo que, al final, lo consiguió.

Odio a la gente que hace daño simplemente porque puede hacerlo, así, sin más. Gente sin oficio ni beneficio, que les basta con respirar para sobrevivir, y que son dueñas de la voluntad de los pequeños sufridores y los grandes damnificados. Por ellos no pasa el tiempo... lo rozan con las yemas de los dedos que ya tienen manchados de sangre incluso antes de empezar.

Si se juega con la vida no se sabe cuál será la victoria. Si se juega con la muerte, la derrota la conocemos de antemano. Demasiado grandes para los circos... demasiados circos para los pequeños.

Porque el fuego lo quema todo. Y no siempre podemos elegir.

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