La deuda es la deuda. Hombre no es igual a mujer; las diferencias son obvias. Leche de hormiga y cuerpos raquíticos en esqueletos que ya no saben si lo son. La duda se parece a la deuda, pero diferencian la realidad, matizan las sospechas de la ficción. Buscan igualdad sin saber lo que significa, sin molestarse, sin preocuparse para con quienes no podemos más que resignarnos casi sin rechistar. Todo cambia. Y esto también cambiará. Antes o después, pero cambiará. Porque ocultar sentimientos no es sinónimo de no tenerlos, y mostrarlos mediante una sobreactuación exagerada (valga la redundancia) no significa sentir más que nadie. Aunque les pese, aunque se lo crean, aunque no lo disimilen.
Me dejo el espinazo por esquivar el miedo que supondría perder un trabajo pensando solamente en ellas, sobre todo en ambas, la primera por unas cosas y la segunda por otras. Trabajo y vivo por ellas, me preocupa en demasía el futuro de una vida diferente a la que tengo, a la que deseo; un miedo justificado, por otra parte... es inevitable imaginar no cumplir con mis obligaciones de cada mes. Los números bailan para que ocupen su lugar cada vez que un mes comienza. ¿Qué pasaría si no lo hacen?
No lo sé. Pasar pensión, pagar hipoteca y cubrir gastos... ¿Es lo que me permite ver a mi hija? Yo tengo que cumplir, pero... ¿la otra parte es inmune? Espero que no me pongan a prueba, porque el futuro, como dije antes, no está escrito, y las cosas no suelen ser como uno imagina. Y quizá, algo muy malo, se convierta en algo bueno...
...llegará el día en que me apetezca probar. Seguro.
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