Vida es vida. Pasión es amor. Y la gente, desatendida, mira con lupa la falsa creación de todos los que luchamos contando cuentos de terror. Porque, cuando nos cansamos, o decimos que ya basta o no decimos nada por temor de abrir la boca sin razón. O con razón. Mucha razón. Que no sólo del aire vive el honor, y honor tenemos, más que vergüenza, por no decir que éste es mejor que la falta de cobardía o la valentía de mi voz. Tenemos que gritar, de vez en cuando, para poder pronunciar nuestra voz. Sólo de vez en cuando. Pues, después de todo, a pesar de la poca vergüenza que muestran algunos (o algunas, si ya conocéis la ambigüedad de mis textos...), ésta supera a la educación, que me parece ínfima, como un resquemor profundo cuando inhalas algún desagradable olor; si acaso el olor se puede inhalar, o la comida respirar.
Que los demás tengan que tener la misma vida que uno tiene, sea ésta buena o mala, me parece pura fanfarronería, una muerte súbita anticipada, un sorbo de un fuerte licor que bien podría ser llamado prepotencia. Si pretenden que sus problemas sean tuyos es que algo falla en la vida de esa persona, eso es evidente; pero, por desgracia, tenemos el llamado efecto dominó. Aquí, cada cual, que lo entienda como quiera. Tampoco hace falta dar tantas explicaciones.
Los esclavos ya no existen, y el que presuma de ello demuestra tener poca dignidad. Desgraciadamente, no es el único motivo por el cual demuestran no tener dignidad ciertas personas. Pero ahí está el tío, rozando la suerte con su varita mágica; hasta que la suerte se agote...
...o se rompa la varita. Nada es imposible en esta vida, que como dije al principio, es vida, así, sin más, sin tener que dar más explicación.
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