ECOS Y SOMBRAS
El tiempo, a veces, parece una espiral que nos atrapa en sus vueltas. Hace años, una puerta se abrió sin permiso, y con ella, los secretos que habitaban tras sus paredes quedaron expuestos bajo la luz del sol. En lugar de prudencia, hubo soberbia; en lugar de silencio, risas. Y aunque el viento llevó advertencias, se prefirió seguir el camino de la burla, ignorando que la justicia tiene el paso lento, pero firme.
El reloj ha dado muchas vueltas desde entonces, y en cada una, se han tejido consecuencias. Aquella risa desafiante se apagó hace pocos días, cuando las sombras finalmente reclamaron lo que era suyo. Lo irónico es que siempre hubo tiempo para dar marcha atrás, para corregir la senda antes de llegar a este punto, pero el orgullo fue más fuerte. Se creyó que la suerte siempre estaría a favor, que las puertas permanecerían abiertas, y que la justicia era solo un susurro lejano.
El destino, sin embargo, ha demostrado que el que avisa no es traidor. Los errores tienen peso, y al final, todo lo que sembramos, lo recogemos. Y aunque ahora una vida ha cambiado de rumbo, no por castigo de otros, sino por sus propias decisiones, la reflexión queda: a veces el eco de nuestras propias acciones es más fuerte que cualquier voz externa.
Hoy, en el día a día, construimos un nuevo camino. Sin buscar culpables ni excusas, solo aceptando que cada paso nos lleva a un lugar. El viento ya no trae advertencias, solo calma, y con ella, un futuro distinto, pero nuestro.
Solo queda afianzar la sombra y saber escuchar al eco.