TODA UNA VIDA
Inútil es buscar una solución para aquello que no tiene solución. Pecamos, y yo el primero, de falta de empatía, sobre todo cuando nos preocupa el amor a nuestra propia sangre. Juzgamos y prejuzgamos, sin saber ni conocer el porcentaje de sufrimiento en el momento en que no encontramos explicación para aquello que no podemos ver. Es obvio que sentir, sentimos todos. El error está en creer que lo que nosotros sentimos es siempre lo correcto. Pero lo más importante es saber que jamás estamos preparados para ver o percibir cualquier cosa que vivamos. Siempre hay alguien mejor que nosotros en cualquier habilidad, talento o conocimiento. Siempre hay algo que nunca dejará de sorprendernos. Estando preparados para todo, encontraremos la serenidad necesaria para actuar con la máxima templanza posible.
Por tanto, cuando creía haberlo visto todo, una vez más, me vuelvo a equivocar. Reconozco haber sido injusto, lo cual no significa que conmigo no lo hayan sido. Supongo que hay de todo en su proporción justa. La verdad es que tengo que admirar ciertos comportamientos, una vez comprendidos algunos conceptos que aún no llegaba a entender. Y, aunque como dije antes, nunca podré entender todo al cien por cien, ahora sí que entiendo el nacimiento de tantas frustraciones, desencantos y miedos. Entiendo el esfuerzo, la lucha, el tesón, el deseo y el empeño. No entiendo la falta de recompensa.
He vuelto a conocer una vertiente de la maldad, esa que se consigue mezclando venganza e ignorancia, rencor con desapego, odio con despecho... y así podría estar horas emparejando adjetivos que demuestran la vileza que el ser humano puede llegar a tener por una vida ya madura y llena de arrugas que no ha sabido dejar libre a quienes merecen más amor.
Afortunadamente, no me ofendo con las mentiras. Solo siento tristeza por aquellas personas que necesitan amargar la existencia de algunas personas para poder ser ellas felices pero que, paradójicamente, nunca llegan a saber dónde está el límite, por lo que consiguen hacer, de por vida, infelices a los demás e infelices a ellas mismas. Las demás, por agotamiento de batallar constantemente para conseguir algo que debería ser innato; las últimas, por ser víctimas de su propia agonía... ya sabéis, esa de "cuánto más tengo, más quiero". Pasa con el dinero... ¿Por qué no iba a pasar con otros aspectos de la vida?
Ya sueñan con bailar sobre tu tumba... tranquila, yo tampoco me voy a quedar vivo toda mi vida... ni toda mi muerte. Vamos, eternamente; que a veces me cuesta expresarme. Después de todo, cada uno vale toda una vida. La suya propia.
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