Pañuelos de cristal, sonrisas de papel, dime, amada fiel, si no es por tí que mis ojos se vuelven perlas, con brillo de metal, que si no te ven ya no saben brillar, que el olvido es de mentira, y tus besos, de tierna verdad, con sabor a caramelo de envoltura hermosa, con olor a flor, dímelo, lágrimas de amor, que tienes alas, de mariposa, por supuesto, sin dudar, con tu llanto de agua limpia, que emerge sin que uno quiera llorar. Porque dos pueden ser una si una quiere la mitad. Porque dos pueden estar juntas si miran al mismo lugar. Porque dos pueden ser muchas si comparten aire al respirar. Porque un mismo corazón late por dos sin pensar. Sin pensar en la libertad, si estamos en mitad de la nada, o quizá estamos... en tu mitad. Unidas. Para siempre. Sin un Dios a quien preguntar. De todas formas... ¿Y si no nos quiere responder? Tenemos el destino grabado en la palma de nuestras manos, en la lejanía del firmamento, en la fé del cristiano, quizá en la sombra de mi lamento... Nos basta con no creer en él, basta con que creáis en vosotras mismas. Y así lo creo yo, que creéis. En vosotras. Y los demás... quizá no importe. Quizá únicamente lo estrictamente necesario. Pero mientras no duela y podáis compartir felicidad... Sólo sed vosotras mismas y no intentéis ser nadie más.
Enhorabuena.
Enhorabuena.