A cada segundo, un latido, a cada latido, un corazón. Siempre me lo encuentro en unos instantes. Cuando quiero. Como quiero. Con tanta fuerza que lo siento salir. Y lo quiero sacar, y arrojar fuera de mi. Me incomoda, me asusta. Me enseña su poder, petrifica mi dolor y me vuelve ausente. Y jamás comprende lo que yo siento. Y escondo mi odio y valoro la muerte. A cada segundo, por cada latido que siento, me alejo del mundo orgullo de mi tormento. ¿A mi? No, nadie me entiende. Ni tu voz, ni tu luz, ni tu vida comprende la inexistencia de mis palabras. Algún día te acordarás de mi, y yo ya me estoy acordando. Porque parezco enterrado antes de tiempo. No basta un latido para derribar los muros del pasado. Pero me sobran segundos, enlazados, anidados al hilo de tus caricias de tus miedos malvados. Dime algo que te haya pasado. Dime algo que no haya vivido. Dime algo que borre mis besos si éstos nunca estuvieron contigo. Dime algo... para sentirme vivo.
Hoy y quizás sin venir a cuento tu entrada me ha recordado cierta cita que reza así: "La vida no se cuenta por el número de veces que respiras (o que late tu corazón, en este caso) sino por las veces que te dejan sin aliento."
ResponderEliminar¡Menuda batalla que tienes entre manos, querido amigo, si ni tu propio corazón es capaz de entender la voz de la razón- no acostumbran a hacerlo, la verdad! Lo cierto es que parecen tener vida propia y actuar y latir como si de una víscera autónoma se tratara. No acostumbran a compartir sus planes en lo que a nuestros anhelos se refiere y a menudo suelen traicionarnos de la manera en que más sufrimiento nos reportan. ¡¡¡Aaaay, este corazón nuestro...!! Que se mueva, pero que no intente escapar de su guarida torácica.
Besos y buen Jueves, ya falta menos para el finde (^_^)