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sábado, 17 de febrero de 2018

YA NO TENGO BALCÓN

Lo sutil combina con el violeta de algunas miradas; pero mis ojos son olvidadizos. A veces, escribo lo que quiero leer... otras, leo lo que quiero escribir. Por tanto, pierdo la primicia y busco la originalidad. Corazones partidos hay en todos los ámbitos. Luego vienen los llantos de heridas superficiales, celos y cansancio, aunque sólo sea por puro agotamiento. Mi mirada olvidadiza me atrae a lo inesperado, contempla regalos que cumplen años, tartas que cumplen años y sonrisas que se hacen mayores con el paso de los minutos. Sí, también cumplen años. Unos ríen y otros mueren, sin que la edad tenga nada que ver. Porque no existe lo lineal, y no hay nada en la vida que no sea cíclico. Lo lineal es etéreo. Finito. Cansa y no conoce el sabor de la tristeza. Es efímero. Todo lo que importa da vueltas, una tras otra. Los que hoy ríen, mañana buscan consuelo para sus tristezas. 

Pero siempre existirán las risas. Se quiebran según la fragilidad del lápiz que las pintó en el lienzo de la vida. Sólo tenemos la libertad de escoger el color de dicho lápiz. Mientras existan risas, no recordaremos el cansancio, ni los caminos en círculo, ni el color de la sangre. Olvidaremos la existencia de la infancia propia... pero recordaremos la infancia de los demás. 

Ya no tengo balcón. Lo tiré por la ventana cuando quise abrir sus puertas y contemplé las alas muertas de quien no le da la gana de hincar suerte y corazón; mi carroza va desierta... migas de cartón. Y sólo veo sombras. Y palomas muertas, mientras suena otra vez mi canción... 

...que se escapa por la ventana. ¿Por dónde si no? Ya dije que ya no tengo balcón...

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