Cuadros enlatados. Puertas de metal. Muros desviados de la atención casual de la vida, de la tuya, de la suya y de la mía. Cual imaginación con forma de cajón semicubierto por la natural labor de un abogado defensor que tira las cenizas del tabaco maloliente que fuma en su interior. Injusto y cruel; pero dispuesto a encajar cualquier tipo de golpe. Y a la salida del trabajo me encuentro con unos ojos inhóspitos que desprenden sueño hedor de vagabundo y buscan descanso como agua de mayo dibujando ojeras en la línea del sol con la noche, que aún es invisible. Y entonces paseo, espero, observo, pienso e incluso, a veces, hasta pienso. Sueño con ganar concursos sin presentar candidaturas válidas en tiempos incompletos, pero prometidos. Seis patas corren más que dos y viven más que cuatro cuando recojo todo el frío del amanecer en mi pecho a la altura de los volantes que apenas abrigan una especie de soledad algo indistinta, perturbadora, genial en la sombra y opaca en la oscuridad.
Pero aún pienso en ti, presa del dolor, reina de la fortaleza que soporta la voz de la condecoración que cada cual impone, de forma invisible, a quien ama, a quien manda sin sobrepasar la protección de la infancia, de las infancias que no tienen más que hacer que cumplir horas, años, escaleras de infinitos peldaños, sueños, engaños y hasta promesas de felicidad indebida. Así son los niños: no se dan cuenta de lo que dan así como tampoco perciben lo que reciben.
No me molesto en buscar en las cenizas del cenicero de tu insuficiencia. Es inútil. Cuando el humo se desvanece la vida nos vuelve a mentir y nos recuerda lo de siempre... que lo evidente suele estar ahí, siempre presente.
Sólo busco héroes que me ayuden a encontrar. Buscar, buscamos todos. Hasta en la basura. Hasta en las cenizas... estén donde estén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario