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domingo, 31 de diciembre de 2017

UN LAMENTO MENOS

Nunca un abrazo dijo tantas cosas. No, este año no hay metas, ni objetivos cargados de nuevos y olvidadizos propósitos antes de que abramos los regalos de los Reyes Magos. Si es que tengo... porque tampoco es que pueda decidir el momento en el que los Reyes pueden entrar por la ventana. Lo único que termina es el tiempo. Termina el año... y si lo miramos desde otra perspectiva, a las 12 de la noche termina el día, casualmente la semana, el mes, y el año. Pero no creo que termine nada más. No se acaba la mala (o buena) suerte, ni terminan los plazos. No finalizan los tiempos secundarios, ni desaparecen la maldad, la ignorancia o los malos propósitos, ni lo cotidiano, ni lo ajeno, ni lo propio; ni lo bello o lo feo, lo pícaro o lo hermoso. Ni comienza nada, ni termina todo. Y si queremos que comience por coincidir con el año nuevo, volvemos a caer, una vez más, en el mismo error.

Sé que a veces no estoy a la altura, pero seguiré saltando para llegar a mis metas, y luchando por mejorar lo que tengo y lo que quiero conseguir. Las derrotas de algunos siempre serán las victorias de otros, y cambiando de año no ganamos nada. Sólo edad. 

Gana la de siempre. La nostalgia y la envidia de tiempos pasados que ya no volverán. Y ahí perdemos todos. El 2019 me dará la razón; mientras tanto, celebremos lo que podamos, y no sólo un fin de un algo llamado año pero que podría ser un sueño. O un lamento...

...lo que más nos duela. 

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