Oídos sordos; o el arte de hacer como si no pasara nada cuando el hecho de disimular cuesta más trabajo que esconder el daño en sí mismo. Melodías en adobo, como dirían aquellos... melodías que siguen sonando para que bailen los mismos de siempre. Y es que, para tener lealtad para con los demás, pienso que lo primero es tenerse lealtad a uno mismo. Si esto no ocurre, obviamente, algo no funciona. Las decepciones existen todo el tiempo mientras las pensamos; las sorpresas, solo cuando ocurren. Siempre hay unas que superan a las otras, aunque a veces no importe el orden.
Nos damos cuenta de que la vida es demasiado corta cuando llegan fechas que, antaño, fueron importantes, dejaron de serlo y, en la actualidad, vuelven a cobrar protagonismo. Hace seis años, perdí un hijo. Ahora podría tener unos cinco años y medio aproximadamente. Y, realmente, no sólo me acuerdo de la fecha; también me acuerdo día a día. Si ese niño hubiera nacido, igual yo ahora no estaría donde estoy... quizá no hubiera nacido otra niña. Por eso, lo primero que haré cuando muera será preguntar por mis universos paralelos. Alguien ahí arriba los debe conocer...
Tengo lo que tengo, y ya lamenté lo que perdí. No hay que lamentarlo eternamente... porque seguramente, tendremos el resto de la eternidad para hacerlo. Por eso sigo sin creer en las fechas... no me hace falta que pase un año para acordarme de algo importante. Prefiero sumar días que no tengan números en el calendario.
Si tienes universos paralelos significa que, al menos, has vivido. Y eso ya es todo un logro...
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