Todo en esta vida tiene un peso comedido. Sea del tipo que sea; sentimental, físico, psicológico o moral. Cuando entendemos que no podemos poseer nada sin tener permiso de lo ajeno nos volvemos incapaces de ver más allá de lo infantil, de lo básico; más allá, también, de lo innecesario. Algunas torturas empiezan con el peso de una despedida más bien indeseada. Es lo que ocurre cuando cogemos todo el peso de la conciencia. La doble moral no existe o, simplemente, se convierte en algo más que moral y poco menos que corazón sin compasión. Por eso, mis deseos, siempre van por ti. Bueno, por ella; o por ellas. Tuve una conciencia demasiado ordenada y nunca fue susceptible (me refiero a la conciencia) de perder la timidez. Mientras tanto, dejamos que vuelvan a mentir; las piedras no pesan demasiado en la conciencia cuando se ha perdido la consciencia del umbral de la necesidad.
Ese es el problema. A veces, uno piensa que lo único importante es la libertad; dejar que el prójimo sea feliz simplemente por ser como es. Tampoco hay que darle tantas vueltas a las cosas... es fácil, sencillo y barato. Las negligencias de algunos no pueden convertirse en aciertos para otros, y eso lo debemos evitar a toda costa. Que cada cual escoja el peso que quiere llevar.
Sólo el que no tiene conciencia piensa que la responsabilidad es siempre para los demás. Y que tire la primera piedra el que esté libre de carga...
...o de pecado. Lo mismo da.
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