En los pequeños gestos, están los grandes momentos. Luna nos quiso tal y como éramos y nosotros aprendimos a quererla a ella tal y como era. Por supuesto que tuvo regañinas, y algún que otro palo. Pero formaba parte de su educación y fueron tan pocos que hasta me acuerdo perfectamente. Un día, en un descuido nuestro, se subió a la mesa (previo salto a la silla) y se zampó todo el plato de queso y de aceitunas. Otro día se nos escapó en la calle y nos toreó un buen rato... Lo demás no tiene importancia. Algún pipí donde no debía, algún mordisco de juego donde no debía, y, sobre todo, siempre dispuesta a comer cualquier cosa por ínfima que fuera. Luna era capaz de esperar media hora sin moverse por vigilar un grano de arroz duro. Bueno, nadie es perfecto. Por eso, un corazón tan pequeño ha dejado un hueco tan grande. El salón era de Luna cuando comíamos o cenábamos. Esperaba pacientemente por si "pillaba" algo de la mesa. El salón también era de Luna cuando nos sentábamos a ver la tele y se unía a nosotros, o cuando dormíamos en el sofá. Por la noche, cuando regresaba de su paseo, se quedaba en el salón a dormir, ya sabía que el día había terminado. Cuando recogía la mesa, Luna siempre detrás. Ayudándome en tan difícil tarea, esperando, por supuesto, que se me cayera algo de los platos. El pasillo era de Luna mientras perseguía a toda velocidad sus pelotas de tenis, sus juguetes, y los mordía y te los volvía a traer. Entonces, disimuladamente, lo soltaba en tus pies para que lo volvieras a lanzar. El despacho con el ordenador era de Luna cuando sentía un vacío en la habitación de estudio. Escuchaba música y dormía y, por qué no decirlo, también "pillaba" cacho si un servidor se ponía a merendar. La habitación de estudio era permanentemente de Luna. Allí acompañaba a lo que más quería. A veces, cuando hacía mucho frío, se ponía a un milímetro de la estufa. No entiendo como no salía con llamas en la cabeza. El dormitorio era de Luna cuando intuía que estaba amaneciendo. Ya tenía ganas de marcha y con sus pequeños lamentos para hacerse notar, conseguía subirse a la cama y allí seguía durmiendo hasta que nos levantábamos. En el último mes, aprendió a meterse por la colcha sin que nos diéramos cuenta. Y la cocina, por supuesto, era el lugar favorito de Luna. Ayudante indispensable a la hora de preparar la comida, probaba todos los ingredientes. Si se caía algo al suelo, rápidamente iba al estómago de Luna. No sólo tenía un sexto sentido, también un séptimo, un octavo y hasta un noveno sentido para saber que alguien estaba en la cocina y aparecer en 0,3 segundos. El baño también era de Luna. Si dejábamos la puerta entornada, empujaba la puerta con el hocico y entraba a saludar. Entonces se daba cuenta que aquello era privado, entendía nuestra intimidad, y se marchaba. Pero dejaba constancia de que sabía donde estábamos.
Por eso, hay un trozo de Luna en cada habitación de esta casa.
...sin palabras...sólo lágrimas q resbalan silenciosas por mi rostro sin cesar y un ahogado llanto en mi garganta q termina por estallar...pues esta casa también era de Luna...
ResponderEliminarMi madre también llora y en su memoria queda el recuerdo de un último domingo, cuando mi hermana llegó a casa y de un salto buscó el regazo de Jero (mamá) para saludarla y, como no, para recibir caricias el la barbita y en la cabecita...muy suavecita porque estaba recién peladita...
Eras una perra pequeñita,
ResponderEliminarcariñosa y muy bonita.
Con nobleza en la mirada,
y siempre contentas estabas.
Juguetona, expectante, saltarina…
Rodeada de cariño vivías
porque, a ti todos te querían.
Y ese hueco que has dejado,
a nadie… se legaría.
Luna te llamabas tú.
Tenías nombre de cielo,
y por eso al recordarlo,
rememoro otros tiempos
que no puedo olvidar.
Pensando que en algún lado
con otros animales estás.
Que también fueron queridos,
y en nuestro corazón,
nunca se olvidarán.
Hasta siempre LUNA.
Doy fé de lo que cuentas Manu, tambien hay un trozo de Luna en el corazón de cada uno que la conocimos, porque nos conquistó.Y nunca ovidaremos a un ser tan especial.
ResponderEliminarY lo seguirá habiendo siempre... Lo siento Manu. Un besazo.
ResponderEliminarCada vez que se nos va un compañero el dolor perdura durante mucho tiempo. Yo hace 4 años que me perdi a mi Chiquinina y aun hoy cuando veo sus fotos o simplemente me acuerdo se me hace un nudo en la garganta que ningun humano ha podido aun provocar.
ResponderEliminarun abrazo y cuidate amigo.