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sábado, 23 de junio de 2018

EL REGRESO

Laura no volvió. Evitó mirar hacia atrás forzando la sonrisa de quien no teme la agonía, de quien nunca ha visto el horizonte con una puesta de sol bañada de color sangre. Era el momento. Por eso escogió ese momento. Se tocó el pelo e ignoró el roce con su espalda. La echaba de menos. Esa sonrisa forzada aumentaba un milímetro a cada paso que conseguía su propósito.

Me quedé mirando, sin lástima, con la esperanza en la mano y la templanza en la mirada en cierto modo desconcertada. Tan lejos, tan cerca. Animado por cada latido de mi corazón, fui perdiéndola de vista. Hasta que me giré sobre mi mismo y comencé a caminar. Laura quedó en mi mente. Sus gestos, abrazos, risas y llantos. Promesas y más promesas, a veces incumplidas. Retumbes en ecos vacíos de olvidos y juguetes rotos. Cada vez, un poco más lejos; un paso más lejos; un momento más lejos. Diferentes tamaños de instantes perdidos. Y a cada instante, un instante menos esperando la suerte de un nuevo amanecer. 

Entonces comienza el regreso, una vez más. Siempre. Con ese brillo en los ojos difícil de olvidar. Para contemplar días de luz amarilla y soles de agua caliente. De muchos veranos que parecen inexistentes, y muchas noches de luna llena de diferentes colores...

...y noches sin luna llena.  De todo hay en la vida.

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