Después de todo, todos volvemos a ir como la lluvia va al mar. La vida siempre tiene más de un sentido, pero nunca sabemos cuál es el mejor. Si miramos el horizonte, tierra y cielo se terminan juntando en un mismo camino. Y, aún así, son diferentes estilos.
Jamás me imaginé a solas en la oscuridad con mi propia sombra, maldita, escondida en el filo de un cuchillo. Todavía sueño con vidas paralelas e imaginarias que podrían haber formado parte de un futuro que, al menos, en esta vida, no va a existir. No es el principio del final, sino el regreso a uno mismo, el regreso a la inocencia. Amor, devoción, sentimientos, emoción. Sin tener miedo a ser débiles ni a ser fuertes, siempre intento mirar en mi corazón. Ahí reside la inocencia.
El problema es que, mientras estoy soñando, también estoy durmiendo. Y no puedo dejar de lado una cosa para tratar de evitar la otra. Lo importante es reír cuando queramos, y llorar cuando debamos. Y no al revés. Ser uno mismo y no esconderse.
Creer en el destino.
Sin importar lo que la gente opine, siguiente nuestro camino. Mi camino. No me rendiré. Le daré otra oportunidad a mis deseos de volver a ser un niño. Porque, a veces, el silencio debe ser escuchado.
Siempre intentaré volver.
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