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sábado, 2 de enero de 2016

PERDONES DE COLORES

Amor. Sí, amor. Esa palabra de abstracta definición y llena de matices que se pronuncia con demasiada facilidad. Camino empedrado y rocoso que simula felicidad. Qué fácil es decir ciertas cosas cuando cuesta tanto demostrar un interior que puede estar tan lleno como vacío. Ya sabemos, a estas alturas, que hay quien no predica con el ejemplo, precisamente. Estrenamos año con los mismos propósitos, sin nada que cambiar y con mucho por mejorar. Nos desean amor, que nos amen mucho y que amemos más aún. Nos desean propósitos para los demás cuando esos mismos que los desean puede que carezcan de ellos. Al menos, desde mi punto de vista, que intenta huir de la subjetividad, pero que no por ello deja de darse cuenta de ciertos aspectos que me llevan a tener mis propias creencias. No se puede dar amor cuando uno intenta hacer daño permanentemente. De nuevo, palabras falsas para limpiar conciencias y lavar caras.

En fin; estrenamos año y mis deseos para todos son los de siempre. No quiero que ningún año sea mejor que otro, ni que nos aporte más felicidad o menos felicidad que otros años. Cada año es único y diferente, y no hace falta que mejore siempre al anterior, porque creo que se me antoja imposible. Basta con que sea bueno, nos quieran, nos cuiden, estemos con quien queremos estar y respetemos al resto de la gente. 

La madurez la alcanza quien no ve las cosas siempre de color de rosa. Sé que hay gente, algunos pocos, que sólo vive para amargar la existencia de otros pocos. Amé de la mejor forma que supe y, sin cambiar mi forma de ser, ahora tengo mucho más que antes. Sólo hay una cosa que me duele, y me dolerá siempre. Quien me conoce sabe a qué me refiero. Ahora me piden mil perdones con nombres de color, cuando quizá no supieron ver que, en su momento, necesitaba mil respetos y entender mi forma de ser. Pensaba que me entendían, pero con el tiempo vi cuánto me equivoqué.

Mi dolor también desaparecerá con el tiempo. No quiero adelantar minutos del reloj, pues éste es el mismo para todo el mundo. Eso también lo he aprendido hace poco. Pero al final, después de todo, lo que es, es. Y el que no quiera salir retratado, como decía un amigo mío, que se quite de delante de la cámara.

Amén de ser pretencioso, nada más lejos de la realidad. Perdón. Del color de la vergüenza, para aquellos que no sepan lo que significa la vergüenza.

O, simplemente, les da igual. Nunca la han usado.

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