Callejeando por los besos de mi tortura, encontré la belleza que,
sin querer, vamos dejando por el camino. Porque, después de todo, cada
uno tiene lo que encuentra, y no lo que busca. Y lo que se encuentra
viene dado por el destino, la casualidad, la mal llamada fortuna o,
quizá, la creencia de algo que no sabemos muy bien el nombre que
tiene... entiéndase así una mala definición de la fe.
El vacío se siente cuando las palabras de quien habla no se pronuncian
con la convicción de ser creído. Gana la debilidad, y pierde la buena
voluntad. Se puede discutir de muchas maneras, y siempre se elige la
peor, la que no concede oportunidad, la que impone voluntades a quien
jamás quiso someterse a la realidad.
Todavía no sé lo que es la vida, no sé si tengo derecho a dar vida, a
cuidar vidas, a permitir mejores vidas o a intentar mejorar la vida de
los demás. Ni siquiera sé si tengo derecho a vivir. Eso no depende de
nosotros, sino de las entidades, en forma de países, sectas, religiones o
comunidades que imponen y vuelven a imponer. Y volvemos a lo mismo...
Todo forma parte de una tortura que desconocemos, pero que avanzamos
hacia ella de manera inexorable. Porque nadie debería quitar algo que
luego no se puede devolver...
No hay comentarios:
Publicar un comentario