Afloran las ganas de llorar en rostros pausados, con lento caminar, sosegados, con calma intermitente, mirando al pasado abundante en mi pesar. No vemos lo que existe delante de nuestros ojos, seguramente porque no pensamos en nadie más que en nosotros. Y eso es malo cuando no se sabe reconocer. Confío. Claro que confío. Confío tanto que precisamente por confiar dejo de pensar en mi para pensar en los demás... y luego me acusan de no confiar. Pero esa no es la cuestión. No siempre confiar es sinónimo de entender. Ni amar. Ni querer. Mi predisposición a la libertad es siempre total, abierta de par en par. Pero libertad no significa ser esclavo de nadie. Cuando las cosas han sido como han tenido que ser, han funcionado bien. Y funcionarán mal si se fuerzan a ser como deberían ser. Nada es correcto excepto en la mente de quien lo crea... o de quien se lo cree. Es cierto que nuestras vidas están en el aire; es cierto que somos quienes las controlamos; y es cierto que controlar una vida es difícil, mientras que controlar dos es imprevisible: nadie ama por amor al arte. Que no quiero que me quieran con todo el alma un millón de veces... prefiero que me entiendan una sola vez. Porque por muy bueno que esté el chocolate, si a mi no me gusta...
Lo deben de entender.
Amor también es comprensión amigo, y la persona que te ame debería entender eso, que debe entender que el chocolate no os gusta a todos y bueno, que aunque gustara, lo hay negro, amargo, blanco, con sabor a fresa, a menta... los hay que esconden licores.
ResponderEliminarLa vida es así, como el chocolate también, y por eso todos somos distintos, pero no todo es parte de la otra persona, hay que hacerse también entender... Aunque suerte en eso. Un besazo.
ResponderEliminarTe será otorgado el premio FÚNDETE CONMIGO desde el blog de acompáñame, pásate a unirte a nosotros.
Un besazo.