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lunes, 22 de marzo de 2010

EL PERDÓN DE LOS VENCIDOS

En la mayoría de los casos, buscamos la razón frente a la lógica. Y a pesar de que, posiblemente, llevemos razón en ciertas cosas, no por eso dejan de ser insignificantes y llegamos a herir la sensibilidad de aquellos que en verdad nos importan. El problema es que nos damos cuenta a medio o a largo plazo, cuando el daño está hecho y sólo nos queda pedir perdón. Un perdón que, en cierto modo, sabemos que vamos a obtener, pero a un alto precio. Seguramente muchas de las cosas que hasta ahora llevábamos conseguidas, las tiremos por la borda gracias a conseguir ese perdón. No podemos cometer errores cuando perseguimos un objetivo, y el adversario, astuto y pícaro, mordiente y ágil, veloz de pensamiento, jugará con ventaja pues nuestro brazo lo hemos dado a torcer y no podemos evitarlo. Todos cometemos errores, y no es nada vergonzoso pedir perdón y rectificar, y mucho menos admitirlos en unas disculpas frágiles y temerosas. Pero llegar al perdón por errores propios sacrifica el trabajo y aleja las posibilidades de la victoria. Que me equivoqué es cierto; que lo reconocí y me disculpé también lo es. Pero que no tenemos que bajar la guardia, es lo único seguro al 100% si no queremos acercarnos a la derrota. Y es que el perdón de los vencidos nos quitará la vergüenza, pero nos otorgará la vengana del mal ajeno... y del nuestro propio.

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