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sábado, 7 de abril de 2018

HORAS SON HORAS

Hoy me desperté en el jardín de los deseos. Desesperado por subir a esas nubes intactas de pasión, lúgubres de sensación, con la vista es las alturas y las risas en el rincón de bolsillos de piedras llenos y lamentos de ratos buenos ocultos en el corazón. Así es el cantautor. Quizá demente, quizá senil, quizá sin suerte, sin síntoma febril. Me junto a tu lado, entonces, y pruebo todo lo que se ocurre sin pensar demasiado en el grueso de las líneas que tienen tinta negra y caligrafía china. Puede parecer que escribo por escribir, pero no todo parece lo que es. Simplemente, titubeo. Parpadeo, e incluso a veces tartamudeo. Y todo a la vez. Impresionante.

Ni soy lo mejor en algo, ni soy lo único en algo. Tampoco lo único es lo mejor. Simplemente es eso, lo único, lo que no ofrece alternativa ni solución. Da igual. No consentimos el error propio, y eso ya es un error de por sí, porque sí que permitimos el error ajeno. Puede que tenga que ser al revés... pero eso lo meditaré otro día. Ahora me quedo con los hechos, con las facilidades que esconden las dificultades, y con las dificultades que no existen, que se basan en el tiempo y que, al fin y al cabo, es lo que importa. El tiempo empleado. Lo demás, siempre será banal. Limpiar o dormir, pasear o vigilar... horas son horas.

Y esas no vuelven más.

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