Llueve sobre mojado. Y cuando se llora por algo intrascendente, lo fundamental pasa a un segundo plano. Superficial. Como el que desea algo de corazón pero, en el fondo, sabe que no es su problema. Para tener la valentía de pronunciar ciertas palabras hay que ser todo un señor. Estoy en tiempos donde la nostalgia viaja por todos los poros de mi piel. Siento que pierdo el tiempo con todo lo que hago; siento que todo lo que hago es una pérdida de tiempo. Y el tiempo es lo que más vale en esta vida; no en vano todos dependemos de él.
Todavía estoy esperando a que sucedan dos factores fundamentales que la vida aún me debe, de una u otra manera. Y ambos se refieren a las personas. El primero es que me crean. Que sean sinceros conmigo. Por increíble que parezca, y a pesar de que ya lo ignoro por completo, pues no quiero caer en el pesimismo y la desolación de quien tiene que estar constantemente luchando por el desengaño, aún hay gente que piensa que hago las cosas por interés. Siguen a años luz de siquiera conocerme un poco. Un poquito nada más. Mi único interés es estar bien conmigo mismo y no crear problemas donde no existen.
El segundo factor es saber valorar las cosas importantes de la vida. No digo que yo sepa hacerlo, pues cada uno tiene sus sentimientos, prioridades y necesidades. Me conformo con intentarlo. Con pensar que, si hago está mal, y realmente soy consciente de ello, compensar mi error tratando de hacerlo bien. O todo lo contrario… no pensar en algo que no está mal, sino que simplemente es distinto, políticamente incorrecto, negociable o meramente respetable. Y que no por ello, me tenga que estar amargando la vida. La vida… momentos de infelicidad y sinsabores que se van conectando entre sí mientras el tiempo que pasa consume los momentos buenos. ¿Por qué debe ser esto así y no al revés?
No lloraría por una puta mariposa de barro que se rompe por accidente. Aunque lo lamente; aunque lo sienta, y haya cometido un error. Derramo mis lágrimas cuando piensan en ese primer factor anteriormente descrito: uno es siempre culpable aunque demuestre su inocencia; aunque no le dejen hablar. Es más fácil lamentar que creer. Ahí entra en juego el segundo factor. Eso es lo importante. Vital. Parece que no podemos vivir con la mariposa rota. Que hemos cometido el mayor error de nuestra vida... Sin embargo, ocurren otros hechos y ahí permanecemos… como quien ve llover.
Cuando se juzga demasiado a una persona es porque aún no se le conoce bien. ¿Cansado de que se me juzgue sin dar ocasión a una réplica? Un poco, la verdad. Es normal. Y no es victimismo ni demagogia. Será que soy demasiado inocente y jamás pienso de nadie que todas las cosas se pueden hacer con una doble intención. Por eso duele, precisamente, que sí lo piensen de mi. Al menos, es lo que se me transmite. Llevo varios días intentando plasmar mis pensamientos como los descritos ahora, pero como siempre, me falta esa nota melancólica y, al mismo tiempo, de calma, para pensar en frío y con tristeza de lo que acontece en nuestras vidas semana tras semana. No es bueno escribir en caliente y necesito buscar las palabras apropiadas. Y tal noche como hoy, cuando no le tengo miedo al futuro, reflexiono y las palabras fluyen con la calma necesaria para ser entendido y no herir susceptibilidades. Al menos, así lo pienso. Aunque lo de ser entendido es un decir…
En fin… yo sé por qué lo digo. Me tacharán de ser poco comunicador; la realidad es que no se puede estar siempre buscando respuestas para las cosas que no las tienen… allá aquél que no me quiera creer. Me tacharán de ser poco afectivo; la realidad es que el rechazo sigue formando hogueras en mi corazón… y ciertas actitudes no ayudan. Me tacharán de ser muy solitario; la realidad es que no puedo estar siempre sólo ni siempre acompañado… todos debemos tener un espacio personal e íntimo. Me tacharán de muchas cosas más… y sólo el que me aprecie y me quiera de verdad podrá entender mi forma de entender la vida. Quizá el problema es que no supe explicarlo antes; pero si estamos dispuestos a aprender siempre, siempre podremos aprender a conocer a los demás.
No quiero que la gente me necesite para ser feliz; prefiero que necesiten mi felicidad para tener la suya propia. De todas formas… ¿Quién quiere un infeliz en su vida? Aunque las mariposas hayan vuelto a vivir, a veces los gestos curan menos que las palabras…