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lunes, 2 de septiembre de 2013

UNA META INCIERTA

Inmenso. Cuanto menos lo pensamos más importante se nos antoja, lo cual no deja de ser contradictorio. A veces, cuando comenzamos algo de manera involuntaria, es decir, queramos o no, como puede ser un mes, un año, o la presencia de un acto programado (y es que, en el fondo, no dejamos de tener una vida marcada por el tiempo...), necesitamos armarnos de valentía y tomar decisiones que pueden ser irrevocables, con consecuencias inesperadas pero, por qué no decirlo, necesarias. Mis deseos siguen luchando por hacerse un hueco con la realidad de nuestras vidas. Y, teniendo en cuenta, que ayer fue festivo, podríamos considerar el día de hoy como el comienzo de algo, ya sea mes, estación o período. Puede que sea un momento propicio para decidir nuestros actos sin tener que depender de los demás. O puede que no. Pero cuando el ritmo de la vida no sitúa los acontecimientos delante de nuestras narices, quizá sea porque la vida espera que seamos nosotros quienes decidan el tiempo necesario para escoger nuestros momentos.

Entiendo, o lo intento, que las cosas importantes no suelen ser las que se dicen, sino las que se hacen. Ahí es donde se oculta la hipocresía de la verdad. La primera habla, la segunda escucha, y entre ellas se mienten por intentar no perder la batalla. Impresiona pensarlo, ciertamente. Ya me lo comentaron cierto día... de buena voluntad no se come, y las palabras se las lleva el viento. No se trata de desconfianza, si no más bien de impaciencia. Y se muestra impaciente el que, precisamente, muestra esa buena voluntad, porque de aquél que desconfía ya se encarga su propia conciencia de dictaminar sobre qué debe desconfiar y sobre qué debe decir para mantener la fe ciega que ya no existe en la buena voluntad.

De todas formas, quizá venga bien arriesgar. Ir a ciegas por camino seguro no garantiza, en primer lugar, que ese sea el mejor camino; y en segundo lugar, quizá sea mejor ver el camino por donde andamos, ya que puede que no nos guste la meta pero seguro que el paisaje puede llegar a merecer la pena... y si la meta no nos gusta, siempre podemos descansar en el camino y contemplar lo maravilloso que éste puede llegar a ser.

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