Vivimos en una época en la cual todo debe ser tenido en cuenta. Un error es un error, y un acierto es un error menos. Siempre tenemos que renunciar a algo que nos gusta para poder ocuparnos de algo que también nos gusta. Sólo nosotros somos capaces de definir la importancia de cada acción. Influyen todos los factores, desde el psicológico hasta el monetario. Y, si finalmente perdemos, lo reconocemos y a levantarse de nuevo. No todo deben ser obligaciones porque la vida sería como una obligación en sí misma, y debiera ser más bien un disfrute.
Creo que a veces hay que tomar decisiones drásticas, y yo ya llevo algunas en mi vida. No sabría decir si me han ido bien o me han ido mal, ni sabría calcular un porcentaje aproximado. Las decisiones no dejan de ser aciertos o errores, y volvemos a empezar. Lo importante es pensar en las repercusiones de cada decisión. Quizá no sea una buena decisión para algo en concreto, pero seguramente que alguna ventaja tendrá cuando se decide tomarla.
A dónde no puedo llegar, no puedo llegar. No hay más. En este caso, elijo descartar lo probable para poder disfrutar de lo seguro. Además, lo probable no me garantiza nada...
... y lo seguro, me hace feliz.