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sábado, 7 de enero de 2017

MUJER FATAL

Un año pasa tan rápido como cualquier otro. Da igual si estás enfermo o moribundo, si trabajas o divagas, si vives en la infancia o la pubertad. Quien está muerto en vida no puede morir otra vez. Y eso se entiende o se presume de ello; ignorando, quienes hacen esto último, que cuando no hay calidad tampoco tiene por qué ser bueno que haya cantidad. Necios hasta la sepultura, aunque no llamaría necio a quien sólo alaba a su propia figura...

En fin; me gusta creer que cuando alguien muere conoce la verdad, la verdad verdadera, contada desde un lugar superior, por un ser superior, con un lenguaje superior. La verdad del pasado y del presente; el futuro no tiene aún verdad, pues no existe. Y ahí reside mi consuelo. Tengo la conciencia muy tranquila. Porque, aunque no lo crean, suele ser el menos culpable el que más sufre con las consecuencias de nuestros actos. El problema es que otros no respetan ni a los que ya no están entre nosotros. Si todavía estuvieran sabiendo lo que saben, sentirían vergüenza, mucha vergüenza, propio o ajena... pero vergüenza, después de todo.

Las efemérides llegan, queramos o no. Y después de un año, la verdad, siento algo de tristeza por lo que pasó en el día en que pasó. Lo que la vida te da, la vida te lo quita. Lo que a veces entregas, a veces lo recibes. Es muy fácil ir a misa con el abrigo de visón y estar libre de pecado a los pocos segundos de salir por la puerta a la luz de la calle...

Que cada cual saque sus propias conclusiones.

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