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sábado, 7 de julio de 2018

TODAS LAS CANCIONES SON TRISTES

La verdad es que me echo de menos. No sé cómo serían antes las cosas; la memoria no me llega a tanto. Los veranos se acortan como los días de agosto en el anochecer. La voz rasgada, sin tono pero con canción, me evoca aquellas noches de calor que terminaban bajo las estrellas de una ventana que cambió de dueño. No hubo más remedio. Demasiados sueños inconclusos. Y sigue sin ser el momento adecuado. Quizá ya nunca lo sea. Quizá nunca lo fue el de nuestros padres. Puede que no sea cuestión de tiempo, sino de amor. No lo sé. Tampoco lo sé ahora, con los papeles invertidos, aunque de una manera totalmente diferente. Tampoco sé por qué cada verano es más odiado que el anterior. Lo tengo comprobado.

Ni mis palabras cierran en agosto, ni mis frases se van de vacaciones. Toda irreflexión carece de sentido desde el mismo momento en que nos la cuestionamos. No busco lamentos en las notas de mis canciones, sonoras maldiciones, imágenes sin posiciones, alegres, encantadas, con las debidas interrupciones. Historia viva de quien hoy solo ve emociones, libertad sin condiciones y simple pureza. 

Inocencia. Y corazones.

Todas las canciones son tristes, porque todas pertenecen a un pasado. Sólo algunas sirven para levantar el ánimo. Ya sólo le pido a la vida algún "Telegraph Road" completo, sin interrupciones, de vez en cuando. Sí, justo ese, el del 83. Por citar alguna canción. Una vez al año, por ejemplo... Mientras, seguiré viajando al planeta de Nueva Orleans, o soñando con "Portobello".

Debe ser muy bello.

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