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sábado, 30 de junio de 2018

ALGÚN DÍA OS ACORDARÉIS DE MÍ

Reconozco que me cuesta mucho decir lo que siento a la gente que me importa. Quizá no haya dicho suficientes "te quiero" a lo largo de mi vida. Una vez más, hablamos de suposiciones. También supongo que he dicho más de los que estaba preparado para pronunciar. Es cierto. Entiendo que no es necesario cuando se demuestran gestos, hechos, miradas, intuiciones, llantos, lamentos... Aunque lo cortés no quita lo valiente. Soy así, no puedo hacer otra cosa. Seguramente tampoco lo necesito. Igualmente, sé distinguir a la gente que me quiere y me aprecia de la que no. Precisamente por ser así. No necesito cambiar. Tampoco me lo piden. Y no creo que en un futuro me pueda arrepentir de ello. Cada vez que procuro la felicidad de alguien estoy diciendo cuánto me importa y cuánto quiero a ese alguien. Puede que sea más fácil regalar el oido y luego ser mala persona... pero a mi eso no me sale. Lo siento.

Mi abuelo solía decir que cuando se fuera para el otro mundo, nos acordaríamos de él. Jamás me pidió que le dijéramos cuánto lo queríamos. Por sus palabras, no hacía falta... y no se equivocaba. Creo que no sólo nos hacen viejos los niños conforme van creciendo; también los mayores conforme va pasando el tiempo sin ellos. Pensar en alguien, preocuparse, preguntarse cómo o dónde estarán, intentar solucionar sus problemas o ayudar en sus vidas llevan estas palabras escritas en el alma. Y muchas más.

Las horas no dejan de ser horas, ya sean por la tarde, por la mañana o por la noche. El problema es que, a veces, esas horas pertenecen a un tiempo equivocado. Si un problema no tiene raíz, seguramente es porque es intencionado. El resto de problemas suelen tener la solución al alcance de nuestras manos. Porque por muy bajitos que seamos... los árboles siempre nacen del suelo. Y a mi me da igual agacharme que tener que pegar saltos. Querer es querer. 

Me vale cualquiera de las mil y una formas que puedan existir.

sábado, 23 de junio de 2018

EL REGRESO

Laura no volvió. Evitó mirar hacia atrás forzando la sonrisa de quien no teme la agonía, de quien nunca ha visto el horizonte con una puesta de sol bañada de color sangre. Era el momento. Por eso escogió ese momento. Se tocó el pelo e ignoró el roce con su espalda. La echaba de menos. Esa sonrisa forzada aumentaba un milímetro a cada paso que conseguía su propósito.

Me quedé mirando, sin lástima, con la esperanza en la mano y la templanza en la mirada en cierto modo desconcertada. Tan lejos, tan cerca. Animado por cada latido de mi corazón, fui perdiéndola de vista. Hasta que me giré sobre mi mismo y comencé a caminar. Laura quedó en mi mente. Sus gestos, abrazos, risas y llantos. Promesas y más promesas, a veces incumplidas. Retumbes en ecos vacíos de olvidos y juguetes rotos. Cada vez, un poco más lejos; un paso más lejos; un momento más lejos. Diferentes tamaños de instantes perdidos. Y a cada instante, un instante menos esperando la suerte de un nuevo amanecer. 

Entonces comienza el regreso, una vez más. Siempre. Con ese brillo en los ojos difícil de olvidar. Para contemplar días de luz amarilla y soles de agua caliente. De muchos veranos que parecen inexistentes, y muchas noches de luna llena de diferentes colores...

...y noches sin luna llena.  De todo hay en la vida.

sábado, 16 de junio de 2018

EXIGENCIAS Y DESEOS

Ese no es el lugar por donde viajan las cosquillas. Remate de tonto, capirote por iluso y y jazmines de poniente en la calle que une el inicio con el final. Y es que, por mucho que queramos, siempre habrá cosas que no queramos admitir. Parece que se pierde un poco la confianza, pero nunca se va a perder el amor. Aunque me tenga que esforzar el doble, o incluso el triple, para conseguir la mitad, o la mitad de la mitad... no sé, igual es solo una percepción, como cuando no me salen las palabras y tienen que usar el disfraz de lágrima. Eso sí, sin que me vean. Y eso que no tengo el poder de la invisibilidad. Dibujar la transparencia es un arte bastante difícil. Pero hay a quien le gusta lo imposible.

Reconozco mis defectos. No sé expresar mis sentimientos y, cuando lo intento, pierdo una nueva batalla por ser un mero espectador... una vez más. De mí mismo. De mi introversión, que gasta pupilas blancas y dientes inmaculados con una sonrisa color traición. Así fue desde los inicios, evitando broncas perdidas para causar buena impresión. Nunca peleo, ni cuando dejé de ser yo por unos instantes en los que falla la fuerza y acierta la razón; ni cuando miré el cielo, recién levantado, en las noches sin sueño que no abrigan ni hasta en tiempos de calor. 

La exigencia de un engaño es un engaño permitido; permitimos la exigencia, la mentira y la evidencia de la provocación. Ni los deseos duelen ni el dolor se desea.

Una exigencia más.

Un deseo menos.

sábado, 9 de junio de 2018

SIN MAR

Quien no entiende lo vivido, tampoco entiende lo pasado. De todas formas, no me voy a preocupar mucho de comprender el presente. Todo viene y va, y lo que queda casi nunca depende de nosotros. Creo que lloramos por lo que no podemos vivir y no por lo que hemos vivido. O quizá por lo que imaginamos, o lo que soñamos... Pero nunca lloramos las risas que añoran nuestros susurros de noches de cuentos con finales inventados. Después de todo, el objetivo es el mismo: buscar un sueño esquivando el miedo dando la mano a papá.

La fatiga hace mella. No importa el juego o la diversión; la rutina o la novedad; el lazo o el cartón... La esencia de la presencia impone la obligación. Los viajes no existen, y el calor casi es frío y nos resfría el corazón. No es cierto que no exista la desesperación. El problema son las formas, sobre todo cuando parece que las formas ya no lo son y el fondo subyace tus vestidos y mi ilusión. Ya no sé si dejo de ser yo o si me acercaré, un poco más, a mi verdadero yo. Es curioso, cuando tú pareces lo único y nadie más escucha a tu alrededor. Ni invento palabras ni parafraseo la casualidad; cada año es diferente sin dejar de ser igual, cómo aquellos veranos de mi infancia en los que tenía tantos juegos como días que pasaban sin poder ver el mar. Mas ni antes me importaba ni ahora me va a importar... puede que por eso aprendí a soñar.

Las vacaciones son tristes. Los inviernos, aún más... pero aún no está prohibido dejar de imaginar.

sábado, 2 de junio de 2018

VENTANAS SIN FLORES

La vida no es vida cuando no nos dejan vivir. El tiempo libre siempre es para los demás, y cuando nos sobra, duele disfrutarlo. Es muy fácil transmitir culpa vaciando sensaciones de aquellos quienes nos quieren, nos cuidan, nos miman... o al menos, eso dicen. O, al menos, eso pensamos. Y es que llevamos demasiado tiempo intentando conseguir ciertos objetivos pero, aún así, nos obcecamos en ello y no caemos en la tentación de probar cosas nuevas. Sí, pienso que sería una tentación, aunque desconocida. Eterna duda de lo que puede funcionar y de lo que no. Pienso que pagamos vida con tiempo; pienso que el tiempo nos cobra vida. Y pienso que la vida no repite nunca momentos iguales. Es como las personas... puede haber dos muy similares, casi clones; pero no hay dos iguales.

Quien no deja atrás su pasado no sabe vivir su futuro. No estoy hablando de tirar el pasado a la basura ni de renegar de él. Hablo de seleccionar. Sonreír a los recuerdos, lamentar las oportunidades perdidas, bucear en la memoria y aprender del niño que siempre tendremos dentro. Es la única forma de mantener los vínculos que de verdad nos aportan algo. Nos aportan lo que somos. Y todo esto jamás puede ser algo físico. Quizá solo la centésima parte nos puede evocar algo que fue y ya no es. Pero no pasa nada. Se pasa página y abrimos otra nueva ventana en nuestra alma. De otra forma, lo material nos lastra y nos quita la felicidad de delante de nuestros ojos.

Lo único físico que tengo de mi abuelo es una vieja foto carnet en un pequeño marco de madera colocado en un mueble del salón. El resto lo guardo en los mil cajones de mi alma que le fui reservando conforme viví. Como esos días largos de verano sentado sobre sillas incómodas en la puerta de su hogar. Frases lapidarias, paseos y polos de cinco duros. Y de postre, helado multicolor.

Cambié de ventana demasiadas veces, y en ninguna dejé una flor. Otros las prefieren marchitas y olvidan usar su corazón.

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