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sábado, 17 de marzo de 2018

EL FUTBOLÍN DE MUELLES


Siempre quise tocar el cielo y el mar en algún lugar que pudiera parecer equivocado, difícil de soñar, lleno de naufragios imposibles que nos impiden volar. Como si alguna vez hubiéramos podido... piezas dispersas en el suelo, áspero, vacío, con la amplitud justa y también la necesaria. Juguetes rotos. Calles antiguas de un casco inamovible. Quieto como el silencio, silencioso como la quietud. Figuras de indios y vaqueros, cromos, fútbol imaginario, lápices en blanco y negro y toboganes sin el recuerdo de las bolas que caían en las risas de una infancia, desperdigada en aquella casa inexistente por necesidad. Algo incomprensible. De pequeño no entiendes por qué la gente se muere. Sólo entiendes que se puede morir, pero que es demasiado difícil como para estar todo el rato pensando en ello.

Ahora pienso en los niños que nos toca por vivir, por cuidar, por proteger y valorar las sonrisas regaladas, con infinita ingenuidad. Flequillos irregulares y chupetes a los que encomendamos parte de nuestra felicidad. Niñas sinceras, que roban esos momentos que hieren las lágrimas de la memoria que no podemos recordar... ni tampoco queremos olvidar.

Y ahora que pienso en ese cuarto que nos enseñaba las vigas de madera al pasar, ahora que recuerdo ese pasillo oscuro, teniendo juegos a la izquierda, donde la tele apenas vivía y los escalones bajaban a un patio casi secreto y lleno de paz, ahora que sueño con volver a estar de rodillas ante mil juegos y peligros, con puertas contiguas en esa vieja vivienda, justamente ahora... lamento esos muñecos perdidos en cada rincón de aquella habitación que tuvo tanta vida y tanta ilusión. 

Eran rojos y azules, con un muelle en los pies para hacer palanca en el suelo y disparar el balón a la portería de aquél futbolín de suelo verde que mi tía Maruja me compró por un motivo que ya olvidé. Es una pena que olvidemos los motivos de las cosas importantes y recordemos las venganzas de las cosas nimias. Y es que tuve que tomar una decisión muy importante en mi vida: o el futbolín o el barco pirata de los playmobil... No sé si acerté o no; lo que sí sé es que no me equivoqué. No todos los niños tuvimos la suerte de tener una tita Maruja a nuestro lado...

...la vida sería de otra forma muy diferente. No me cabe duda.  


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