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sábado, 10 de febrero de 2018

PALABRAS SESGADAS

Nos pasa a menudo que no sabemos si vivimos o morimos. A medio camino entre lo oscuro y lo brillante. Odioso y pecaminoso. Soy muy simple. Lo reconozco. Indefenso. Con miedo al temor. Ingenuo y olvidadizo, aunque no siempre todas las mitades son iguales. Si no recordara una obviedad cuando tengo que memorizar dos... sí, me definiría un auténtico desastre. No importa si mi mitad es la de un vaso o la de una piscina. Mitad es, al fin y al cabo. La otra mitad es de los demás, sin importar el tamaño. Es cuando caemos, una vez más, en el error de siempre. Nos gusta lo oblicuo. Sesgamos la realidad y nos bañamos en la misma mierda una y otra vez, sin pensar, sin querer lo que decimos, sin decir lo que queremos. Tengo que acostumbrarme a jugar siempre en desventaja, a no aprovechar los fallos del rival y, sobre todo, a obviar lo obvio y a respetar lo complejo. Ya dije antes que soy muy simple.

No lo entiendo. Porque hay mucha gente que se mete en la vida de otra gente y no le pasa nada. Ahora vendrá el silencio y la angustia, la evasión y la involución, la obligación y la huida de una libertad que no tiene moral, pero sí muchos complejos. El roce está prohibido. La palabra quedó muda...como sesgada.

Y la vida murió conmigo, y yo viví por morir una vida más. Palabras ingenuas. Como yo.

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